domingo, 12 de abril de 2015

Pasteles, muerte y romanticismo


Todos los que hemos visto ya bastantes series a lo largo de nuestra vida, tenemos un pequeño catálogo de joyas semi-desconocidas para muchos, muy especiales, que terminaron con más pena que gloria de forma injusta y que siempre tratamos de sacar a colación para recomendar. Para mí una de ellas siempre será Pushing Daisies, una serie original como pocas, visualmente maravillosa, diferente, con un argumento que es capaz de combinar la presencia de la muerte y la resolución de casos criminales en cada capítulo con el amor por los pasteles y un romanticismo puro e inocente de herencia infantil. Si os estáis preguntando cómo puede funcionar esta mezcla tan poco convencional, sólo tenéis que seguir leyendo.


El don de Ned

Cada capítulo empieza con una pequeña narración, en la voz en off típica de un cuentacuentos, que explica a la audiencia algún punto de la infancia de Ned (nuestro protagonista) para situarnos y conocer más al personaje. Hablamos de, por ejemplo, el amor por las tartas caseras de su madre que ha dado origen a su trabajo de pastelero; o el descubrimiento de su extraño don de revivir a los muertos con sólo tocarlos. Que sonará macabro e inverosímil, pero es la premisa básica sobre la que se sustenta la historia. Aunque ojo, hay normas paranormales en el tema:

  1. Una vez revivido el muerto en cuestión, no debe pasar más de un minuto porque, transcurrido ese tiempo, un ser vivo que ande cerca morirá sí o sí sin comerlo ni beberlo. Para restaurar el equilibrio natural, supongo.
  2. Si vuelve a tocar al muerto revivido el susodicho muere otra vez, esta vez ya para siempre. Ya puede el bueno de Ned hacerle un tacto rectal que no hay solución. Caput.

Aunque Ned parece haber aprendido a vivir la mar de feliz con su perro y su pastelería (ya que se ve que ha logrado sacarle bastante partido a lo del don para cuestiones culinarias), un detective privado lo descubre un día reviviendo a un muerto sin querer y ve ahí un filón. Este hombre se llama Emerson Cod, es como un armario de grande, tiene cara de muy mala uva, es cómicamente gruñón y se pirra por el dinero. Así que terminan de compañeros de negocios con bastante buen resultado. Digamos que resolver casos criminales se hace sencillo si puedes despertar al muerto durante un minuto de duración para que te cuente quién lo ha matado. Aquí entra un componente muy interesante de humor negro que nos deja situaciones bastante hilarantes. El tratamiento que se hace de la muerte no es pesimista ni deprimente, sino cómico y surrealista. Pero las cosas se complican cuando Ned se encuentra el cadáver de Chuck, el amor de su infancia (y digo infancia de verdad, infancia de vecinos jugando juntos en el jardín), y decide no cumplir con la regla del minuto. ¡Ups! Es que el pobre está hasta las trancas.

Que diréis, “ahhhh, cabrona, spoilers”. Pues no, muy relativos. Porque todo esto no es nada más que el principio de la serie, básicamente lo que nos cuenta el tráiler, y a partir de aquí se dispara la trama episodio a episodio.


                                   


¿Una serie procedimental?

Puede, aunque sería un error quedarnos ahí. Cierto es que el argumento de cada capítulo suele ser autoconclusivo porque se basa en la resolución de un caso de asesinato, pero a mí nunca me han atraído nada las series procedimentales y creo que Pushing Daisies es algo completamente diferente. Quizás sea porque el universo que crea está totalmente fuera de lo común. Cuando el narrador con voz de cuentacuentos suelta las palabras “los hechos eran estos” sabemos que a continuación se sucederán los más disparatados acontecimientos, personajes y casualidades que han llevado al asesinato en cuestión.

Pero hay muchos secretos a descubrir a lo largo de la serie y arcos argumentales que involucran a sus protagonistas. Además de un romance entrañable, aparentemente imposible y casi asexual; teniendo en cuenta que Ned y Chuck no pueden tocarse a no ser que haya de por medio un plástico o una prenda de ropa (imaginaos el percal). Ned es un cacho de pan y Chuck está llena de energía y positivismo en esta segunda oportunidad que le regala la vida. Sus tías son otros dos personajes mágicos: una suerte de antiguas estrellas del espectáculo retiradas, que en su juventud formaban un dúo de natación sincronizada y que viven solas en una mansión gigantesca sin salir a la calle.

Todo envuelto en un ambiente de colores vivos y alegres, interiores llenos de formas geométricas, tartas, fantasía, misterio, personajes extravagantes, profesiones inauditas, diálogos rápidos y un cierto aire retro (sólo hay que echar un vistazo a los vestiditos de Chuck). Sin olvidarnos de la grandísima Olive Snook, la camarera de “The Pie Hole” (nombre de la pastelería), un personaje secundario divertido y adorable que en cuanto tiene oportunidad roba el protagonismo a los demás poniéndose a cantar y a bailar sin venir a cuento de nada (la actriz tiene muchas tablas en los musicales de Broadway). Olive está profundamente enamorada de Ned y nos deja tantos momentos tiernos, locos y brillantes, que será imposible que no te encariñes con ella.  

Si queréis saber más su creador es Bryan Fuller, culpable de otras series como Tan Muertos Como Yo o Hannibal (parece que está un poquitín obsesionado con la muerte); y la idea triunfó bastante en los premios Emmy, sobre todo en categorías más técnicas. Y es que la estética colorista y la fotografía de Pushing Daisies son absolutamente únicas en televisión. No hay nada igual. Es un elemento que la diferencia completamente de cualquier otra propuesta y le da esa personalidad especial. Alguna vez leí por ahí que la serie es algo así como una mezcla entre Tim Burton y Amelie. Y, sinceramente, creo que no hay mejor manera de describirla.