domingo, 16 de noviembre de 2014

El estándar del anti-héroe (y sus malas consecuencias)


En esto que se ha dado en llamar “la edad de oro de la televisión” (un calificativo tan rimbombante como lógico) hay muchos aspectos a analizar y motivos por los cuales nos hemos ido creando ese esquema mental de lo que debería considerarse una “buena serie”. Uno de los más obvios es la figura del anti-héroe, ese protagonista tan turbio como complejo, normalmente sin escrúpulos a la hora de lograr sus objetivos y con clara tendencia a ser un cabrón; pero con el que, a pesar de todo, empatizamos hasta límites enfermizos. ¿Es que acaso estamos jodidamente locos?

En realidad, si lo comparamos con las historias clásicas donde la frontera entre buenos y malos estaba claramente definida y lo que más se buscaba era la idea de moralina hasta el aburrimiento, el concepto de anti-héroe es mucho más interesante y realista. Así que es evidente que hemos ganado con el cambio. Sin embargo, existe un problema cuando empezamos a generalizar y damos por hecho que una serie que cumpla con esta premisa siempre será mejor que cualquier otra. Cuando, efectivamente, tomamos al anti-héroe como estándar de lo bueno y desechamos todo lo demás poniéndole cualquier tipo de epíteto despectivo. He visto muchos comentarios y prejuicios al respecto por parte de una parte importante de la audiencia. Veamos a qué me refiero.

Hablemos del gran referente, Tony Soprano, y de todos los que lo han seguido: Dexter Morgan, Nucky Thompson, Don Draper, Walter White, Frank Underwood... Tienen muchas características en común. Empezando por una que, aunque suene innecesario destacar, es evidente: todos son hombres. A una persona como yo, que sigue todo tipo de series y temáticas, que un personaje sea masculino o femenino le importa más bien poco. Mi sorpresa llegó cuando empecé a fijarme en que esta no era la norma. Y sí, también hay mujeres que han cumplido el papel de anti-heroínas, aunque, curiosamente, su relevancia es ínfima en comparación y tampoco es que hayan sido demasiadas. La idea de “gran serie con protagonista inmoral” nos sigue retrotrayendo siempre al rol tradicional del anti-héroe masculino.

Existe un doble rasero bastante molesto desde el momento en el que a personajes que realizan el mismo tipo de actos egoístas, se les juzga de manera diferente en función de su sexo. Un ejemplo que me viene a la cabeza es Tony Soprano y sus múltiples amantes a lo largo de la serie, un personaje que disfruta de sus conquistas extramatrimoniales sin recibir muchas críticas al respecto. Paradójicamente, algunos de los comentarios que más veces he visto repetidos en foros y blogs sobre Nancy Botwin son cosas como “guarra”, “más puta que las gallinas” o “se folla a todo lo que se mueve”; simplemente por ser una mujer que goza y experimenta abiertamente su sexualidad. Independientemente de la calidad de ambas series (que no es pareja ni de lejos), que el mismo tipo de conductas provoque reacciones tan diferentes, resulta bastante curioso.

Alrededor de la figura del anti-héroe siempre suele orbitar alguna mujer, con mejor o peor suerte. Si normalmente ésta se enfrenta a dicho anti-héroe en algún punto de la historia, las reacciones airadas en su contra están servidas. En ocasiones de forma justificada (aunque aquí podríamos hablar de lo deliberadamente mal perfiladas que están algunas de ellas) y en otras ni de coña. Pero es curioso cómo en algunos círculos seriéfilos se cae en prejuicios tan rápidos a la hora de juzgar series que merecen ser o no vistas. Ensalzar a Hank Moody por acostarse con decenas de mujeres cada temporada, pero culpar a una mujer que hace exactamente lo mismo. Decir que True Detective es la octava maravilla del mundo, pero no darle ni una oportunidad a Orange Is The New Black porque es una “serie de mujeres” (va entre comillas porque lo he leído literal). Enfadarse si alguien cita a The Good Wife como una de las mejores series de los últimos años, porque, aún sin haberla visto, todo el mundo sabe que no puede competir con Breaking Bad y la figura omnipresente del anti-héroe.

No comparo unas con otras (sería absurdo, porque disfruto como una enana viendo cualquiera de ellas), sólo destaco algunos de los criterios que he visto repetidos millones de veces a la hora de juzgar una serie como “buena” y mandar a la mierda a las que no encajan en su patrón. Porque a mí me encantan las series con anti-héroes y me encantan las series sin anti-héroes. Una buena historia no debería estar determinada por su presencia en la trama. De hecho, hay muchas que se han querido subir al carro y adolecen de una pedantería asombrosa. Y, sin embargo, hay quien las sigue considerando mejores que otras con protagonistas femeninas mucho mejor construidas, o con argumentos que van más allá del personaje rastrero y lleno de sombras que seguro tenéis en mente. Así que ojo con abrazar un estereotipo que no siempre es tan bueno. Os estaréis perdiendo muchas otras opciones interesantes.

2 comentarios:

  1. ¡Viva el vómito!
    Respecto al tema a trata: ¿Cómo es posible que mucha gente acabase pensando que Skyler de Breaking Bad era una zorra zorruna? Cierto es que se le puede echar en cara algunas reacciones, pero es que se trata de una tía con la vida jodida a la que su marido le jodió la vida.
    ¿La Princesa Chicle es una anti-heroina?

    ResponderEliminar
  2. Efectivamente. Pienso lo mismo de Skyler. El odio hacia su persona siempre me pareció bastante exagerado, independientemente de que nunca me cayese del todo bien ni del todo mal, pero es que ¿cómo no puedes entender el drama que es su vida? Sobre la Princesa Chicle no lo tengo claro. A veces se vuelve loca y grita cosas en alemán. ¡A lo mejor es una nazi que experimenta eugenésicamente! No sé, leo muchas teorías locas y me comen la cabeza. Me reservo mi opinión hasta conocer más las intenciones, porque utiliza chuches como ratas de laboratorio y hace cosas muy turbias (pero me cae bien).

    ResponderEliminar