Sí, lo he dicho. Aunque soy
consciente de que es una generalización peligrosa. Pero la gente que más he visto encumbrar a The Newsroom suele ser periodista, los comentarios típicos de
“yo soy periodista y me encanta esta serie” se repiten a poco que navegues un
poco por internet. Tiene su lógica, porque es una historia que idealiza la
profesión y recuerda cómo se deben hacer las cosas desde un punto de vista
informativo y ético (al menos a nivel gran corporación norteamericana, pero ya
volveremos a esto) y eso es algo que no abunda mucho en los medios de
comunicación actuales. Así que aferrarse a The Newsroom como ejemplo más o
menos modélico tira mucho.
Sin embargo, guste o no a sus
fans más devotos, la serie tiene fallos y peca de un tono “evangelizador” un
poco cargante. Pese a todo nunca la he terminado de ver de esa forma tan
negativa que parecen haber adoptado los críticos estadounidenses. Sé que a
Sorkin le tienen inquina (y puede que en ocasiones no les falte razón), pero,
con todo, tiene buenos detalles y me parece un producto audiovisual digno;
aunque no por ello voy a dejar de criticar sus errores. Ojo a los posibles
SPOILERS, muchachos.
Pretenciosidad al servicio del idealismo
Vaya por
delante que nunca en mi vida vi El Ala Oeste de la Casa Blanca ni ninguna de
sus otras creaciones, así que no puedo comparar de primera mano. Pero, por lo
que he leído, parece que a Sorkin le gusta dar ejemplo de cómo hacer bien las
cosas en diversos ámbitos. En The Newsroom la idea es esa desde el principio:
poner a un super-grupo de periodistas de una de las cadenas referencia a querer
hacer “Las Noticias” (así a lo grande), con una cara al frente mediáticamente respetada
como sería su protagonista Will McAvoy, tratando de recuperar el beneplácito
del público y subsanar cada error cometido llevando por bandera el buen hacer y
la ética periodística, y luchando contra las presiones económicas del grupo al
que pertenecen anteponiendo su integridad al todo vale por las audiencias. En la
teoría suena precioso.
Recuerdo que la primera temporada
la pusieron bastante a caldo porque Sorkin lo pasaba todo por su tamiz
ideológico demócrata y se encargaba de dejar a los republicanos lo peor posible
(lo acusaron de falta de imparcialidad). Además, tomó como base sucesos no
ficticios para revisionarlos y tratar de sentar cátedra en lo que a cobertura
informativa se refiere. Claro, le cayeron por todos lados. A la crítica
especializada siempre le pareció muy ventajista que cogiese hechos ya acontecidos
y en donde ya se conocían los errores perpetrados por los medios, para decir
“eh, habéis hecho todo esto mal”. Humildemente, yo no veo dónde está el
problema en hacer este tipo de crítica. Para mí el mayor defecto de The
Newsroom no es este, sino ese halo de idealismo tan exageradamente intachable y
pretencioso. Entiendo que a muchos periodistas les fascine, pero a mí ese
concepto de periodismo mesiánico que pretende salvar el mundo me cansa. Igual
por eso tengo el título criando telarañas en un cajón.
De todas formas, hablemos de lo
positivo. Las noticias de última hora, las reuniones para la escaleta, el preparar
el informativo a toda pastilla sin que se permitan errores, lo bien que refleja
esos instantes de adrenalina, con una MacKenzie en plan “soy la jefa mayor” en
la sala de control mientras da indicaciones por pinganillo y exhorta a los
demás para que todo salga perfecto... Sí, en esos momentos The Newsroom se
crece porque consigue un ritmo altísimo y es un subidón asistir a ello como
espectadora. En capítulos donde explota todo esto se entiende el amor que genera
entre los del gremio.
Sorkin no pierde oportunidad de
aderezarlo todo con unos diálogos riquísimos en metáforas, rápidos,
inteligentes, que contribuyen definitivamente al ritmo ágil de algunos
capítulos; pero que, de nuevo, pueden ser muy cargantes si los personajes se
paran a filosofar demasiado. Es como, “vale, ya sabemos que eres culto, tío,
pero bájale un poco a los paralelismos con El Quijote y a las derivas
intelectuales, haz el favor”. De la misma forma que cuando se dedica a ensalzar
determinados aspectos del sistema estadounidense: “el mejor sistema electoral que
existe”, “el mundo está observándonos”, “no somos el mejor país del mundo, pero
lo fuimos” e idas de olla similares. Se lo creen mucho. ¿Habéis visto el
capítulo sobre la muerte de Bin Laden? Suficiente. Claro que es típico de
muchas otras series norteamericanas caer en esa defensa a ultranza del
patriotismo, capitalismo y demás “bondades”; pero en una serie que aspira a ser
tan pedagógica periodísticamente, no les vendría mal bajar un poco el tono. Aquí
es importante traer a colación lo que ya dejé caer en el primer párrafo: Lo que
se muestra en The Newsroom es un ideal muy basado en la estructura de los
grandes medios de comunicación al servicio del sistema, una visión muy globalizada
y tradicional del mundillo. Sorkin se olvida de las alternativas informativas a
ese canal clásico y tan influenciado por los intereses político-económicos.
Cabe recordar el desprecio que muestra hacia el movimiento Occupy Wall Street
por no utilizar formas de organización jerarquizadas, la dependencia que tienen
desde la redacción de las fuentes oficiales del gobierno y el poco cariño hacia
las nuevas tecnologías que se focaliza, sobre todo, en internet. Me parece
interesante que quiera denunciar el uso banal y poco fiable que se hace de
ellas en la sociedad actual, pero tampoco era necesario que las demonizase como
si la única y verdadera manera de informarse fuese el telediario tradicional. Hay
que abrir un poco las mentes.
La sombra de la misoginia

Sobre Maggie sí
habría que realizar ciertas consideraciones. Básicamente porque no se descubrió
como periodista en todo su esplendor hasta esta última temporada. Anteriormente
ejercía el papel de mete-patas, con una falta de confianza en sí misma
desalentadora. Ya era hora de que le diesen más importancia a nivel
profesional. Y si bien su relación con Jim es insípida a más no poder
(seguramente porque los actores no tienen química natural), su ir y venir en la
primera temporada nos dejó un gran momento cuando Maggie se puso a gritar verdades al bus que hacía el tour turístico de Sexo en Nueva York y ganó mi corazón.
Hasta aquí no saco el machete. Pero
entonces, ¿cómo se explica esa subtrama sobre la cobertura de una violación en
el penúltimo capítulo? ¿Cómo se puede meter la pata tan a lo bestia? El tono
fue desesperantemente paternalista y ofensivo, no es de extrañar que le hayan
vuelto a caer hostias. En mi opinión a Sorkin le quedó muy grande un tema tan sumamente
delicado y espinoso. Aquí sí se entienden las recriminaciones por machismo y
todas las polémicas y declaraciones cruzadas. Hay para dar y regalar.
De todas formas mi personaje
favorito de The Newsroom siempre ha sido, es y será Sloan Sabbith, mujer badass
donde las haya (y yo soy muy fan de las mujeres badass). No puedo abrazar totalmente
las acusaciones de misoginia con un personaje como Sloan ahí plantado, siendo
más inteligente que nadie en esa redacción, citando miles de indicadores
económicos a una velocidad estratosférica (aunque yo no entienda nada de lo que
dice), hostiando a ligues gilipollas por haber vulnerado su derecho a la
privacidad y, en general, no permitiendo que nadie se sobrepase ni lo más
mínimo con ella. Sloan sabe que es inteligente y también sabe que socialmente
no encaja en muchos aspectos, que tiene ciertas dificultades en las relaciones personales
y que hay quien se siente intimidado por su fuerte carácter. ¿Problema?
Ninguno. De hecho te lo va a decir a la cara, es brutalmente sincera y no
titubea a la hora de reconocer sus virtudes y sus defectos en voz alta.
Honestamente, no sé dónde termina Sloan Sabbith y empieza Olivia Munn en mi
cariño hacia su persona. Porque Olivia es una tía que se pasea por convenciones
presumiendo orgullosamente de ser una nerd, que se autodefine como una friki de
los videojuegos y a quien le importan bien poco los comentarios machistas que
recibe al respecto. Bueno, ya paro. Pero es que Olivia es muy molonga,
informaos.
Ni tan buena ni tan mala
Frente a dos posturas
enfrentadas; una que coloca a Sorkin como un genio y a The Newsroom como su
nueva criatura injustamente infravalorada, y otra que sólo ve fallo tras fallo
de una historia únicamente pedante y sólo bien envuelta con el logo irresistible
de la HBO; yo prefiero quedarme en un punto intermedio. Sí creo que The
Newsroom tiene muchos agujeros y adolece de demasiados momentos en donde la
moralina es agotadora, pero también opino que cuenta con capítulos muy
inspirados en donde hace gala de todas las virtudes que una serie de semejante
envergadura debería poseer.
Como producto de entretenimiento
The Newsroom ha cumplido de sobra, si bien no ha alcanzado las elevadas
expectativas que se depositaron en ella desde un comienzo. A día de hoy todavía
no entendemos lo que ha querido hacer Sorkin con algunas tramas, pero otras han
sido brillantes, sobre todo si disfrutas observando el trasiego de una
redacción de noticias por dentro. Tampoco se entiende que Jeff Daniels tenga un
Emmy en casa, por más que ese monólogo inicial nos dejase a todos con el culo
torcido. Algunos personajes se han quedado a medias, mientras que otros han
rayado a gran nivel. Eso sí, el final de la serie ha sido muy descafeinado. Con
el argumento de la filtración de documentos la última temporada se aventuraba
apasionante. Y lo fue hasta los dos últimos episodios, en donde el tema se
disipó como por arte de magia y Sorkin prefirió optar por un sentimentalismo
demasiado arquetípico y decepcionante. Al menos MacKenzie por fin ascendió al
puesto que sus méritos merecían. Y vivieron felices y comieron perdices. Fin.