miércoles, 17 de diciembre de 2014

The Newsroom: La serie que gusta a los periodistas


Sí, lo he dicho. Aunque soy consciente de que es una generalización peligrosa. Pero la gente que más he visto encumbrar a The Newsroom suele ser periodista, los comentarios típicos de “yo soy periodista y me encanta esta serie” se repiten a poco que navegues un poco por internet. Tiene su lógica, porque es una historia que idealiza la profesión y recuerda cómo se deben hacer las cosas desde un punto de vista informativo y ético (al menos a nivel gran corporación norteamericana, pero ya volveremos a esto) y eso es algo que no abunda mucho en los medios de comunicación actuales. Así que aferrarse a The Newsroom como ejemplo más o menos modélico tira mucho.

Sin embargo, guste o no a sus fans más devotos, la serie tiene fallos y peca de un tono “evangelizador” un poco cargante. Pese a todo nunca la he terminado de ver de esa forma tan negativa que parecen haber adoptado los críticos estadounidenses. Sé que a Sorkin le tienen inquina (y puede que en ocasiones no les falte razón), pero, con todo, tiene buenos detalles y me parece un producto audiovisual digno; aunque no por ello voy a dejar de criticar sus errores. Ojo a los posibles SPOILERS, muchachos.


Pretenciosidad al servicio del idealismo

Vaya por delante que nunca en mi vida vi El Ala Oeste de la Casa Blanca ni ninguna de sus otras creaciones, así que no puedo comparar de primera mano. Pero, por lo que he leído, parece que a Sorkin le gusta dar ejemplo de cómo hacer bien las cosas en diversos ámbitos. En The Newsroom la idea es esa desde el principio: poner a un super-grupo de periodistas de una de las cadenas referencia a querer hacer “Las Noticias” (así a lo grande), con una cara al frente mediáticamente respetada como sería su protagonista Will McAvoy, tratando de recuperar el beneplácito del público y subsanar cada error cometido llevando por bandera el buen hacer y la ética periodística, y luchando contra las presiones económicas del grupo al que pertenecen anteponiendo su integridad al todo vale por las audiencias. En la teoría suena precioso.

Recuerdo que la primera temporada la pusieron bastante a caldo porque Sorkin lo pasaba todo por su tamiz ideológico demócrata y se encargaba de dejar a los republicanos lo peor posible (lo acusaron de falta de imparcialidad). Además, tomó como base sucesos no ficticios para revisionarlos y tratar de sentar cátedra en lo que a cobertura informativa se refiere. Claro, le cayeron por todos lados. A la crítica especializada siempre le pareció muy ventajista que cogiese hechos ya acontecidos y en donde ya se conocían los errores perpetrados por los medios, para decir “eh, habéis hecho todo esto mal”. Humildemente, yo no veo dónde está el problema en hacer este tipo de crítica. Para mí el mayor defecto de The Newsroom no es este, sino ese halo de idealismo tan exageradamente intachable y pretencioso. Entiendo que a muchos periodistas les fascine, pero a mí ese concepto de periodismo mesiánico que pretende salvar el mundo me cansa. Igual por eso tengo el título criando telarañas en un cajón.

De todas formas, hablemos de lo positivo. Las noticias de última hora, las reuniones para la escaleta, el preparar el informativo a toda pastilla sin que se permitan errores, lo bien que refleja esos instantes de adrenalina, con una MacKenzie en plan “soy la jefa mayor” en la sala de control mientras da indicaciones por pinganillo y exhorta a los demás para que todo salga perfecto... Sí, en esos momentos The Newsroom se crece porque consigue un ritmo altísimo y es un subidón asistir a ello como espectadora. En capítulos donde explota todo esto se entiende el amor que genera entre los del gremio.

Sorkin no pierde oportunidad de aderezarlo todo con unos diálogos riquísimos en metáforas, rápidos, inteligentes, que contribuyen definitivamente al ritmo ágil de algunos capítulos; pero que, de nuevo, pueden ser muy cargantes si los personajes se paran a filosofar demasiado. Es como, “vale, ya sabemos que eres culto, tío, pero bájale un poco a los paralelismos con El Quijote y a las derivas intelectuales, haz el favor”. De la misma forma que cuando se dedica a ensalzar determinados aspectos del sistema estadounidense: “el mejor sistema electoral que existe”, “el mundo está observándonos”, “no somos el mejor país del mundo, pero lo fuimos” e idas de olla similares. Se lo creen mucho. ¿Habéis visto el capítulo sobre la muerte de Bin Laden? Suficiente. Claro que es típico de muchas otras series norteamericanas caer en esa defensa a ultranza del patriotismo, capitalismo y demás “bondades”; pero en una serie que aspira a ser tan pedagógica periodísticamente, no les vendría mal bajar un poco el tono. Aquí es importante traer a colación lo que ya dejé caer en el primer párrafo: Lo que se muestra en The Newsroom es un ideal muy basado en la estructura de los grandes medios de comunicación al servicio del sistema, una visión muy globalizada y tradicional del mundillo. Sorkin se olvida de las alternativas informativas a ese canal clásico y tan influenciado por los intereses político-económicos. Cabe recordar el desprecio que muestra hacia el movimiento Occupy Wall Street por no utilizar formas de organización jerarquizadas, la dependencia que tienen desde la redacción de las fuentes oficiales del gobierno y el poco cariño hacia las nuevas tecnologías que se focaliza, sobre todo, en internet. Me parece interesante que quiera denunciar el uso banal y poco fiable que se hace de ellas en la sociedad actual, pero tampoco era necesario que las demonizase como si la única y verdadera manera de informarse fuese el telediario tradicional. Hay que abrir un poco las mentes.


La sombra de la misoginia

Seguro que también lo habéis escuchado. A Aaron Sorkin lo han tachado por todos lados de misógino, de poseer escaso cariño hacia las mujeres y reflejar este pensamiento en la caracterización de sus protagonistas femeninas. Rompiendo una lanza a su favor, yo nunca he terminado de ver a las mujeres de The Newsroom construidas desde un prisma tan deliberadamente machista. MacKenzie, por ejemplo, que ejerce de productora ejecutiva en la serie, me parece un personaje de gran personalidad. Podríamos decir que incluso tiene un profundo atractivo que emana directamente de su carácter (aunque también puede ser el acento británico, que suele confundirme). No encuentro que sea dependiente de su relación con Will, sino que ambos son bastante codependientes, provocando que su dinámica amor-odio sea una de las mejores desde la primera temporada. Pero sí es cierto que en ocasiones es tratada con cierta condescendencia (al igual que las demás mujeres) y eso crispa mucho. A mí la primera.

Sobre Maggie sí habría que realizar ciertas consideraciones. Básicamente porque no se descubrió como periodista en todo su esplendor hasta esta última temporada. Anteriormente ejercía el papel de mete-patas, con una falta de confianza en sí misma desalentadora. Ya era hora de que le diesen más importancia a nivel profesional. Y si bien su relación con Jim es insípida a más no poder (seguramente porque los actores no tienen química natural), su ir y venir en la primera temporada nos dejó un gran momento cuando Maggie se puso a gritar verdades al bus que hacía el tour turístico de Sexo en Nueva York y ganó mi corazón.

Hasta aquí no saco el machete. Pero entonces, ¿cómo se explica esa subtrama sobre la cobertura de una violación en el penúltimo capítulo? ¿Cómo se puede meter la pata tan a lo bestia? El tono fue desesperantemente paternalista y ofensivo, no es de extrañar que le hayan vuelto a caer hostias. En mi opinión a Sorkin le quedó muy grande un tema tan sumamente delicado y espinoso. Aquí sí se entienden las recriminaciones por machismo y todas las polémicas y declaraciones cruzadas. Hay para dar y regalar.

De todas formas mi personaje favorito de The Newsroom siempre ha sido, es y será Sloan Sabbith, mujer badass donde las haya (y yo soy muy fan de las mujeres badass). No puedo abrazar totalmente las acusaciones de misoginia con un personaje como Sloan ahí plantado, siendo más inteligente que nadie en esa redacción, citando miles de indicadores económicos a una velocidad estratosférica (aunque yo no entienda nada de lo que dice), hostiando a ligues gilipollas por haber vulnerado su derecho a la privacidad y, en general, no permitiendo que nadie se sobrepase ni lo más mínimo con ella. Sloan sabe que es inteligente y también sabe que socialmente no encaja en muchos aspectos, que tiene ciertas dificultades en las relaciones personales y que hay quien se siente intimidado por su fuerte carácter. ¿Problema? Ninguno. De hecho te lo va a decir a la cara, es brutalmente sincera y no titubea a la hora de reconocer sus virtudes y sus defectos en voz alta. Honestamente, no sé dónde termina Sloan Sabbith y empieza Olivia Munn en mi cariño hacia su persona. Porque Olivia es una tía que se pasea por convenciones presumiendo orgullosamente de ser una nerd, que se autodefine como una friki de los videojuegos y a quien le importan bien poco los comentarios machistas que recibe al respecto. Bueno, ya paro. Pero es que Olivia es muy molonga, informaos.



Ni tan buena ni tan mala

Frente a dos posturas enfrentadas; una que coloca a Sorkin como un genio y a The Newsroom como su nueva criatura injustamente infravalorada, y otra que sólo ve fallo tras fallo de una historia únicamente pedante y sólo bien envuelta con el logo irresistible de la HBO; yo prefiero quedarme en un punto intermedio. Sí creo que The Newsroom tiene muchos agujeros y adolece de demasiados momentos en donde la moralina es agotadora, pero también opino que cuenta con capítulos muy inspirados en donde hace gala de todas las virtudes que una serie de semejante envergadura debería poseer.

Como producto de entretenimiento The Newsroom ha cumplido de sobra, si bien no ha alcanzado las elevadas expectativas que se depositaron en ella desde un comienzo. A día de hoy todavía no entendemos lo que ha querido hacer Sorkin con algunas tramas, pero otras han sido brillantes, sobre todo si disfrutas observando el trasiego de una redacción de noticias por dentro. Tampoco se entiende que Jeff Daniels tenga un Emmy en casa, por más que ese monólogo inicial nos dejase a todos con el culo torcido. Algunos personajes se han quedado a medias, mientras que otros han rayado a gran nivel. Eso sí, el final de la serie ha sido muy descafeinado. Con el argumento de la filtración de documentos la última temporada se aventuraba apasionante. Y lo fue hasta los dos últimos episodios, en donde el tema se disipó como por arte de magia y Sorkin prefirió optar por un sentimentalismo demasiado arquetípico y decepcionante. Al menos MacKenzie por fin ascendió al puesto que sus méritos merecían. Y vivieron felices y comieron perdices. Fin.


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