domingo, 15 de marzo de 2015

The 100: Decisiones jodidas y muchos ovarios


Cuando empecé a ver The 100 hace creo que algo más de dos semanas, ya había leído cosas francamente interesantes sobre ella: recomendaciones y entradas en blogs que hablaban sobre una serie arriesgada; que, aunque con sus fallos, planteaba dilemas morales complicados; y con un nivel de empoderamiento femenino muy elevado como señalan, por ejemplo, en el El Diario de Mr. MacGuffin o en El Blog de las Series Americanas. Así que allá fui, sabiendo de mi debilidad por toda serie en la que aparezcan mujeres badass.



Prejuicios fuera

De primeras, vamos a dejar algo claro. Por supuesto que The 100 no es una serie como Breaking Bad o The Good Wife, que juegan en otra liga y en otro ámbito. Tampoco es una gran super-producción fantástica como Game Of Thrones. Pero no le hace falta. Es una serie de ciencia ficción joven, entretenidísima y que cuenta lo que quiere contar. Y con eso ya mola mucho. Lamentablemente, carga con el estigma de ser una serie de The CW (casa de múltiples series románticas destinadas a un público adolescente), lo que echa para atrás a muchos que, de cualquier otra manera, ya le hubiesen dado una oportunidad hace tiempo. Obviamente, The 100 tiene cierto tono teen irremediable, ya que sus protagonistas son 100 adolescentes que son enviados de vuelta a la Tierra para testar si es habitable. Pero Buffy Cazavampiros, Veronica Mars o Freaks And Geeks también eran series adolescentes y rayaron la genialidad. Así que haced el favor de dejar los prejuicios en casa.

Porque, probablemente, The 100 tenga más con The Walking Dead o Revolution (y eso que Revolution era más bien mala) que con cualquiera de sus compañeras de cadena. Su argumento nos presenta un mundo post-apocalíptico, donde la humanidad ha tenido que sobrevivir en una estación espacial llamada El Arca durante casi cien años debido a una guerra nuclear mundial que hizo imposible sobrevivir en la Tierra. Al final tienen que volver a bajar, arriesgarse, buscarse la vida como pueden en un mundo que ya les es desconocido y hostil. No me digáis que no veis el parecido. Aunque si es hija de alguna serie, definitivamente ésta es Lost. Bebe de ella, pero sin que sea necesario dar vuelcos locos de guión para sorprender con cliffhangers en cada capítulo. Al contrario, lo que ocurre es que las líneas argumentales se llevan siempre hasta el final. En las dos temporadas que llevamos se cierran unas tramas y se abren otras, en lugar de superponerse cada vez más misterios irresolutos. Y con un ritmo envidiable, ya que pasan cosas relevantes en cada capítulo. Tal vez influya que el número de capítulos por temporada es el adecuado y no necesitan meter episodios de relleno, pero se agradece.


La supervivencia ante todo

La serie empieza dubitativa y con algunos momentos clichés desesperantes en los primeros compases, es cierto. Pero nunca deja de ir a más, crece a medida que su protagonista Clarke Griffin también lo hace. Y, con el tiempo, nos damos cuenta de que la única constante es la necesidad de supervivencia y de que lo que creíamos de unos personajes o de otros, no era lo esperado. Aquí todos son personajes grises y moralmente ambiguos, que se ven obligados a hacer lo que sea para sobrevivir, a tomar decisiones difíciles y a madurar a golpe de muerte (ya os digo yo que la serie no tiene miedo de matar personajes si así lo cree necesario) y sufrimiento. No hay buenos y malos; y esto Clarke termina entendiéndolo, aunque sea a las malas.

(Nota: A partir de aquí meteré algún que otro SPOILER, andaos con ojo.)

En la primera temporada presenciamos la toma de contacto de estos jóvenes “delincuentes” (encerrados en celdas del Arca por haber cometido algún tipo de delito) con la superficie de la Tierra, the ground que le llaman. Una parte cree que ahora que están allí pueden hacer lo que quieran, con eso de ser los primeros humanos de vuelta a la Tierra y poseer la libertad de no ser controlados por leyes y adultos. Así que Bellamy Blake toma el mando, quiere hacerse el machito y piensa que todo va a ser jauja allí abajo. Craso error. Aunque la radiación no les afecta, pronto descubren que hay muchos otros peligros. El primero y eje sobre el que gira la trama de esta temporada: que no están solos.

Los grounders llevan viviendo allí todo ese tiempo, han logrado sobrevivir y, quizás por ello, sus costumbres son duras y violentas. Es la única forma que han encontrado de salir adelante. Son una sociedad de tipo tribal, con su propio idioma, jerarquías y normas; en donde la lealtad y la supervivencia del grupo están por encima de todo. Así que los sky people (como los llaman) son una amenaza para ellos al haber ocupado su territorio. También están los reapers (¿homenaje o plagio a los reavers de Firefly?), una suerte de pseudo-tribu caníbal muy peligrosa. En medio de este panorama, Clarke empieza a ganar terreno sobre un Bellamy al que todo se le va de las manos. Su liderazgo innato e inteligencia, así como ser la única con ciertos conocimientos médicos, la convierten poco a poco en la verdadera guía de los 100.

Paralelamente, vemos qué ocurre en El Arca y además se nos muestran flashbacks para conocer el pasado de los personajes. Allá arriba, Abby Griffin (madre de nuestra prota), Thelonious Jaha (canciller) y Marcus Kane (un personaje tan capaz de lo peor como de lo mejor) tienen sus más y sus menos, los problemas se recrudecen y también allí se pelea por la supervivencia. No queda otra, por supuesto los del Arca también terminan por tocar tierra firme. La humanidad ya está en “casa”.

Pero nada es fácil, los guionistas lo tienen claro. No es una serie fan-service que pretenda contentar a su audiencia. La gente muere, los romances (que tienen su cuota) pasan a un segundo plano y quedan supeditados al desarrollo de la historia. Es interesante ver el cambio que se va operando en cada personaje a medida que se enfrentan a los problemas: la evolución de los Jasper, Octavia, Finn, Murphy... y, sobre todo, de un Bellamy al que pronto la realidad obliga a poner los pies en la tierra para acabar convirtiéndose en el importantísimo segundo líder que el grupo necesita. Porque Clarke va antes, es el cerebro de todo. Hasta los políticos que llegan del Arca terminan dándose cuenta y son los grounders los que demandan hablar con ella cuando se organiza un encuentro entre líderes.

The 100 está lejos de ser una serie perfecta, pero sí es una serie ambiciosa que no teme mostrar sangre y escenas físicamente dolorosas, que se las arregla para engancharte desde casi el principio y que pone al límite a sus personajes ante disyuntivas casi imposibles.


Los ovarios encima de la mesa


Así de claro. Porque al menos tenemos algo positivo en un mundo tan hecho mierda como este: Que no importa el sexo, la orientación sexual o el color de tu piel. Sólo importan tus méritos, tu esfuerzo, el que seas lo suficientemente fuerte y valiente para sobrevivir. Se trata de no morir y todo lo demás es irrelevante (de esto nuestro mundo bien podría aprender algo). Y en oposición a vete tú a saber cuántas series, en The 100 son ellas las que ocupan casi todos los puestos de poder y manejan el cotarro.

De Clarke ya está todo dicho. Pero también tenemos a Octavia Blake, que empieza casi como una niñata pseudo-rebelde con ganas de hacer lo que se le antoja (al conocer su pasado se entiende el por qué), para terminar convirtiéndose en toda una guerrera. Comparar los primeros momentos de Octavia en la Tierra con los últimos en los que, con su pintura de guerra puesta, patea culos muy locamente, es revelador. O Raven Reyes, un prodigio de conocimientos mecánicos y técnicos que es capaz de hacer bombas con un líquido combustible de la nave o soportar el dolor de una cirugía sin anestesia. Abby no se queda atrás y decide que tiene que hacer lo que sea por su hija, se enfrenta a los jefes y termina siendo más respetada por su propio pueblo que ellos.

En las filas contrarias también encontramos una gran cantidad de mujeres fuertes, independientes y poderosas al mando. Aunque presentados inicialmente como “enemigos”, los grounders tienen una importancia crucial en la historia y enseguida nos ganan una vez los conocemos desde dentro. Es ahí donde aparecen Anya, Indra y, sobre todo, Lexa. Como comandante y líder de los grounders, Lexa siempre pone a su gente primero, a su pueblo. Es su responsabilidad. Con la trama de Mount Weather en la segunda temporada, Lexa descubre en Clarke a una líder natural como ella. Se respetan mutuamente, se admiran y, en última instancia, confían la una en la otra. Clarke es capaz de ver a través de Lexa, descubriendo a una comandante que, a pesar de su aparente frialdad y dureza, semeja más flexible y abierta a colaborar en lugar de guiarse siempre por las violentas costumbres de su gente. Tanto que es la única piedra sobre la que se sustenta la unificación de los doce clanes grounders. Lexa ve a través de Clarke de la misma manera, sabe que haría cualquier cosa para proteger a sus amigos; y la comandante le hace ver que no hay decisiones buenas o malas, sólo decisiones y consecuencias a menudo dolorosas y brutales. Lexa es capaz de renunciar a sus sentimientos y dejarlos de lado con el objetivo prioritario de defender a su pueblo, por difícil que le resulte. Clarke comprobará que ella también.

Si The 100 estuviese emitiéndose en otro canal, ya se estaría hablando de ella como una de las mejores series de ciencia ficción de los últimos años. Estoy segura. Sobre todo tras esta segunda temporada, en la que Clarke Griffin se ha coronado como un personaje más oscuro y carismático, la líder nata que todos esperábamos, que hace lo que sea por los suyos, la única capaz de forjar alianzas, de tirar del carro en los momentos duros, que se ve obligada a asesinar, que aprende sobre la traición y el sacrificio, que termina jodida y literalmente se marcha diciendo “yo cargaré con ello para que no tengan que cargar los demás”. Confirmada está la tercera temporada.

May we meet again, Clarke.



domingo, 8 de marzo de 2015

La serie que nunca debió acabar



Cantidad de series maltratadas e infravaloradas en el momento de su emisión podrían caber tras este pequeño alegato. Pero tras tragarme su primera y única temporada en escasos días para cumplir el reto seriéfilo de Reino de Series, hoy me va a tocar hablar de Firefly. Porque sí, es una super-serie (como cabría esperar de Joss Whedon) y sí, se entiende perfectamente el aura de adoración y culto que hay hoy en día a su alrededor. Y, como acabo de anticipar, sí, fue cancelada tras una sola temporada. Qué faena.

Firefly es, teóricamente, una mezcla que pocos hubiesen anticipado como exitosa. Combina el western con la ciencia ficción, los viajes interplanetarios en naves espaciales con las ráfagas de balas en parajes semidesérticos. Y pone el foco en la tripulación de la Serenity, una nave tipo Firefly (de ahí el nombre) que traslada a sus protagonistas de “trabajo” en “trabajo”, básicamente robos por encargo y contrabando. De alguna forma hay que ganarse la vida.


La Alianza contra los contrabandistas

Situémonos. Estamos en el año 2517, en un sistema estelar diferente al de la Tierra a donde la humanidad parece haberse mudado, según se deduce de algunas frases de los protagonistas. El gobierno que controla este sistema es la Alianza, que no sabemos cómo, pero parece ser el resultado de la unión entre la sociedad occidental y la oriental. De hecho, escuchamos a los personajes utilizar tanto inglés como chino para expresarse y, cuando aterrizan en alguno de los múltiples planetas, se observa cómo la sociedad y la población están embebidas en esta multiculturalidad. Pero hay una clara diferencia entre los planetas centrales y los otros. A medida que nos desplazamos hacia la periferia, vemos cómo la influencia de la Alianza es mucho menor, los recursos más escasos y parece que en la mayoría de los casos los han dejado bastante abandonados, por lo que se las tienen que arreglar como pueden. Es aquí dónde encontramos una estética típicamente western: paisajes desérticos, personajes más brutos y chapados a la antigua, costumbres rancias, caballos y ganado, mugre...

Todo este contexto es muy importante porque nos permite entender el mundo en el que viven y las motivaciones de los personajes. Especialmente si nos centramos en Malcolm Reynolds (capitán de la Serenity) y su segunda a bordo, Zoe Washburne; ambos veteranos de la guerra entre la Alianza y los Independientes, una rebelión por parte de los planetas periféricos que buscaba escapar del control y las ansias unitarias de la Alianza. Como adivinaréis, la cosa no terminó muy bien. Si Mal adquirió la nave fue para poder seguir viviendo al margen, buscando la libertad que le daban los viajes por esta región del espacio. Teniendo en cuenta los trabajos tan poco legales que llevan a cabo, es lógico que los desencuentros entre la Alianza y la Serenity sean constantes a lo largo de toda la serie.

Un problema añadido es la incorporación de Simon y River a la tripulación. No entraré en detalles, pero su presencia en la nave trae mucha cola cuando se descubre que son fugitivos y, en gran parte, son el factor de cambio que empuja el desarrollo de la trama. Sumémosle a esto los Reavers, un grupo de “humanos” (según Jayne olvidaron cómo serlo) que matan, violan, mutilan y se comen a sus víctimas; y a quienes todos temen. TODOS. Hay determinadas zonas del espacio que están infestadas de Reavers y su simple mención suele generar pánico; así que es normal que los miembros de la Serenity traten de evitar a toda costa estas zonas, a pesar de lo mucho que esto limita sus movimientos. Los Reavers son prácticamente un misterio, a no ser que veas la película post-serie (cosa que deberías hacer al final si quieres atar cabos).


El existencialismo de Whedon

Joss Whedon explicó que, incluso en un futuro como este, en donde la humanidad habría alcanzado semejante nivel de desarrollo como para expandirse hacia nuevos sistemas planetarios, todavía existirían las injusticias, la ignorancia retrógrada, la profunda desigualdad entre pobres y ricos... porque eso siempre formará parte de la humanidad. Whedon es un tío muy existencialista (hay incluso un libro sobre ello) y en su universo suele mostrar cierta reflexión moral entre lo que está “bien” y “mal”, entre esas decisiones vitales que nos convierten en un tipo de persona u otro. Esto se hace muy patente en nuestro grupo de protagonistas, que, en última instancia, siempre muestran empatía y humanidad en sus actos. En comparación con los representantes de la Alianza, dejan claro que la justicia y el código ético no tienen por qué estar ligados ni a la autoridad ni a la legalidad. Más bien al contrario.

Además, Firefly reniega de esas naves perfectas, limpias y brillantes que se nos presentan en otras obras de ciencia ficción; de la tecnología infalible y cuasi-mágica. La Serenity es vieja, se estropea a menudo, está llena de remiendos, sucia... Las armas y máquinas habitualmente fallan, chirrían o no funcionan. Todo tiene una capa más realista y cotidiana, por decirlo de alguna manera. Quizás también influya el hecho de que la Serenity no es sino el hogar de todos ellos y vemos sus cuartos plagados de fotos, cómo se entretienen en sus ratos libres, cómo comen juntos en una mesa, los escondites en los que guardan el contrabando... Si Whedon quería que sintiésemos ese grado de cercanía y familiaridad, desde luego lo consigue.

Hay una gran cantidad de temas que se tocan, bien de lleno o de forma tangencial (la cancelación de la serie impidió que se desarrollasen mucho más). Por ejemplo, existe un obvio componente político ya que, en oposición al control gubernamental de la Alianza, la tripulación de la Serenity va por libre, no titubea a la hora de cometer “crímenes” si considera que es lo necesario para seguir adelante y busca, ante todo, su supervivencia. Estamos hablando de temas como el anti-autoritarismo, la lealtad dentro del grupo, la libertad individual... Simplemente fijémonos en la letra de la canción que abre cada capítulo: “I don’t care, I’m still free, you can’t take de sky from me…”



De hecho, se conoce que Firefly tiene muchos seguidores adheridos al libertarismo. No me refiero a ideas cercanas al anarquismo, sino más bien a lo que aquí conocemos como ideología liberal. Existe una connotación diferente entre el libertarismo en Estados Unidos y el libertarismo en Europa que no voy a empezar a desgranar aquí, porque hay muchos matices debido a la tradición tremendamente capitalista de Estados Unidos y a las posiciones sociales ultra-conservadoras de muchos liberales europeos. Tan sólo diré que Firefly posee un gran trasfondo político al respecto.

A mayores, personajes como Inara (una acompañante) o Book (un cura) permiten analizar aspectos como la prostitución o la religión. No está mal para una serie de una sola temporada, aunque es cierto que especialmente el tema de la religión queda bastante incompleto. De todas formas, la interacción entre estos y otros personajes plantea cuestiones interesantes que conviene analizar un poquitín por separado.


Una familia atípica

Los miembros de la Serenity son una familia, a pesar de no compartir lazos de sangre o no haber crecido juntos. Son una familia creada a través de otros vínculos: viven juntos, luchan juntos, huyen juntos de la justicia... Básicamente son unos inadaptados que se han ido encontrando en el camino, sumándose poco a poco a la tripulación.

Malcolm (Mal para los amigos) es el capitán, el dueño de la nave. Por momentos es un gruñón y tiene muy poco tacto, pero en el fondo se preocupa profundamente por su tripulación y posee su propio código de honor. Por peliaguda que sea la situación, nunca deja a nadie atrás. O se salvan todos o mueren en el intento. Y ni pienses en traicionar a los restantes miembros del grupo o te las verás con él. Y si no, que se lo digan a Jayne, un mercenario que empezó a trabajar para Mal por dinero, pero que a lo largo de la serie va mostrando mucho más de lo que aparenta. En el extremo contrario tenemos a Zoe, que le es fiel hasta la médula y siempre le guarda las espaldas. Su amistad, cimentada en un pasado común durante la guerra, es eso: Amistad en mayúsculas. Y demuestra que sí, obviamente un hombre y una mujer heterosexuales pueden ser amigos sin caer en el interés romántico o sexual (de hecho, hay alguna broma muy simpática al respecto). Ya basta de que siempre tenga que existir tensión.

En cuanto a los demás, tenemos a Wash, el piloto de la Serenity y marido de Zoe; a Book, un cura del cual jamás conocemos su pasado, pero que no tiene demasiados reparos en coger un arma y disparar con una más que misteriosa buena puntería; a Kaylee, la mecánica de la Serenity y adorabilidad hecha persona; y a Inara, la acompañante que por negocios se traslada de planeta en planeta junto a ellos. Hagamos un inciso en este término: acompañante. En esta sociedad futura, las acompañantes son personas altamente respetadas y con todo tipo de derechos laborales, estableciéndose una más que evidente reflexión alrededor de la prostitución legalizada. Porque sí, Inara se acuesta con personas que requieren sus servicios, pero que siempre elige por sí misma. Goza de aceptación social, chequeos médicos rutinarios, libertad de elección y, en cualquier posible caso de amenaza, tiene la última palabra para incluir al cliente en la lista negra de acompañantes y bloquearlo de por vida. Personalmente, creo que es uno de los personajes más interesantes por el mensaje que envía. Y, al mismo tiempo, podemos compararlo con la dura vida que llevan las prostitutas que trabajan fuera de este sistema en los planetas periféricos.


Bye now. Have good sex!” (Kaylee)

Esta frase es el más vivo ejemplo del grado de normalización que existe alrededor de las acompañantes. Aunque influye que Kaylee aprecia a Inara de forma genuina, igual que a los restantes integrantes de la Serenity. Es quizás el único personaje que se ve que quiere a todos ellos de verdad, sin claroscuros. Whedon definió a este personaje como “el corazón de la nave”. No hay mucho más que decir.


Ya sólo nos quedan Simon y River. Simon es el hermano de River y es médico, algo que les viene muy bien. Su historia es complicada, ya que River fue una niña prodigio a quien realizaron complejos experimentos cerebrales. Su super-inteligencia nos da muy buenos momentos, como aquel en el que debate con el pastor Book sobre las incoherencias de la Biblia:

Book: What are we up to, sweetheart?
River: Fixing your Bible.
Book: What? 
River: Bible’s broken. Contradictions, false logistics... doesn’t make sense.

Estos personajes viven juntos unas cuantas aventuras, una historia de descubrimiento que sólo finalizará una vez hayas visto la película Serenity. Lo más importante es el viaje que los lleva hasta ese punto y las relaciones que van desarrollándose entre ellos. Si hay algo absolutamente innegable en Firefly es que la caracterización de todos y cada uno de los personajes es un acierto. Por ello, el potencial de la serie era inmenso, ya que podríamos haber conocido mucho más a cada persona en esa pequeña familia creada a base de convivencia, lealtad y alguna que otra bala. Pero la FOX ya la había cancelado casi antes de estrenarla e incluso emitió los capítulos desordenados mostrando una falta de respeto y confianza acojonante. Nunca los perdonaremos por ello. 

Fuck you, FOX.