domingo, 20 de septiembre de 2015

Leslie Knope o cómo aspirar a todo en la vida

 
Parks and Recreation es una de las mejores series cómicas que hemos tenido durante los últimos años y sé que somos muchos los que todavía estamos en duelo por su final. Los Emmy han decidido que, por ser este su año de despedida, podían colarla en la lista de nominaciones a mejor comedia como pequeño homenaje, igual que a la siempre fantástica Amy Poehler en la lista a mejor actriz principal de comedia. Y hasta ahí. Porque no van a ganar. Los Emmy son así, rancios y conservadores hasta la saciedad. Quiero denunciar públicamente que una comedia mediocre como Dos Hombres y Medio tenga más nominaciones que Parks and Recreation y también más Emmy (sí, Dos Hombres y Medio tiene Emmys, tratemos de olvidar este ultraje al humor), básicamente porque Parks and Recreation no tiene ni uno. ¡Ni un maldito Emmy! Al menos los Golden Globes el año pasado subsanaron su error dándole a Amy su merecido premio. ¿Que por qué lo merece? Os lo voy a contar.


Una visión buenrollista de la política

Leslie Knope trabaja en el departamento municipal de “parques y recreaciones” (literalmente) en la ficticia ciudad de Pawnee (Indiana). ¿Qué puede tener esto de divertido? Pues mucho, principalmente porque la serie es un cúmulo de personajes tan entrañables como llenos de rarezas y, en este grupo, Leslie Knope es la que lleva la voz cantante como directora adjunta/subdirectora del departamento. Aunque teniendo en cuenta que su jefe es Ron Swanson, un liberal ultracapitalista que detesta el gobierno y el Estado y que hace todo lo posible por no mover un dedo ahí dentro, podríamos decir que ella es la que ejerce de directora durante la totalidad del tiempo. Pero no es que le suponga ningún sacrificio, al contrario. Desde bien pequeñita Leslie sueña con labrarse una carrera en la política, ya que cree en ella como servicio público a la ciudadanía, y es trabajadora y bienintencionada hasta el extremo. ¿Acaso no es ingenuamente adorable?

En realidad Parks and Recreation no tiene mucho de “serie política”, ya que estamos hablando de una comedia, así que lo que impera es la visión de buen rollo y cotidianeidad de los miembros del departamento. Eso sí, todos los proyectos llevados a cabo por Leslie Knope tienen un tinte político, ya que, a pesar de que los ciudadanos de Pawnee tienden a ser bastante caricaturescos y poco agradecidos, ella siempre sigue insistiendo en hacer mejoras en beneficio de la comunidad. Vamos, que no es una política al uso. De hecho es tan optimista, decidida y buena persona, que lo más probable es que a los pocos capítulos ya estéis deseando que le salga todo bien y logre cada uno de sus propósitos. Desde el primer parque que se empeña en construir a partir de un hoyo de tierra gigantesco, hasta su sueño de toda una vida: ser la primera presidenta de los Estados Unidos. ¿Que si lo consigue? Ese ya es otro tema.

Además, Leslie Knope es feminista, al menos si nos atenemos a un concepto “light” o amable del feminismo. Quiero decir que no es un feminismo combativo y excesivamente crítico, que reconozca los mecanismos del patriarcado, sino muy institucionalizado. Leslie admira a las mujeres que han llegado lejos en la política, a través de los diferentes gobiernos, y por tanto persigue un ideal basado en el acceso de las mujeres a esos mismos puestos de poder sin distinciones de género, lo cual es obviamente empoderante, pero simpatizante con esas mismas estructuras de poder y, por tanto, carente de una orientación feminista más plural y rupturista. De todas maneras, es mucho más de lo que podemos decir de la mayoría de las series, y no podría ser de otra forma estando interpretada por Amy Poehler, una de las figuras más destacadas de la actual generación de cómicas feministas.  


Todo esto tiene lógica ya que Parks and Recreation es una serie positiva, un happy place por definición, y eso ha permitido múltiples cameos de personalidades políticas como Michelle Obama, Joe Biden o John McCain. De hecho, la serie escapa de la dualidad entre demócratas y republicanos, que no se menciona en ninguna ocasión, e incluso Leslie Knope decora su despacho con fotografías de referentes de los dos grandes partidos estadounidenses. La única distinción que se realiza es la que enfrenta la visión utópica que tiene Leslie del gobierno como un método para mejorar el mundo con los principios antigubernamentales de Ron, que se define como un “libertario”. Y como ya expliqué en una ocasión, la idea que en Estados Unidos se tiene del libertarismo no es muy semejante a la idea que se tiene en el resto del mundo. A pesar de sus teóricas diferencias, Ron y Leslie desarrollan una profunda amistad a lo largo de la serie, con lo cual, una vez más, se evita el conflicto.

Porque Parks and Recreation es amistad, familia, humor y optimismo, no luchas de poder o diatribas sociopolíticas (para eso ya hay otras series). Con estas armas, Leslie Knope siempre termina inmiscuyendo a los demás miembros del departamento en sus proyectos, que la apoyan por afinidad y cariño. Leslie Knope es pura energía, cree en sus principios, es leal, entusiasta e inteligente y nada la detiene. Por eso hay que defender Parks and Recreation, porque da buen rollo por encima de las ideologías y nos alegra la vida.


Más allá de su primera temporada

A Parks and Recreation hay que tenerla en cuenta como una serie que crece y mejora superando una primera temporada muy poco inspirada. Durante esos seis primeros capítulos la serie fue incapaz de escapar de la sombra de The Office (en principio se había vendido como su spin-off, aunque se desechó la idea, pero el creador y el estilo documental es el mismo), aunque a su favor está que supo reinventarse, aprender de los errores y desarrollar una identidad diferenciada. El punto clave es el episodio 2x01, en el que Leslie casa simbólicamente a una pareja de pingüinos del zoológico de Pawnee, sin saber que ambos son machos y, por tanto, se trata de una boda pingüina gay. Esto le crea problemas, ya que se asume como un declaración pública a favor del matrimonio homosexual, y la enfrenta con la típica asociación de padres ultrarreligiosos que debe tener Estados Unidos en cada pueblo. Leslie simplemente no está preparada para este conflicto, aunque es bastante obvio que por sus principios está a favor de toda medida socialmente igualitaria, pero el problema es puramente político. De hecho, termina en un bar de ambiente cantando y bailando el Poker Face de Lady Gaga. Este capítulo (premiado, por cierto, con un GLAAD Award) es el que informa a la audiencia de que la serie acaba de despegar definitivamente.

A partir de ese momento, se definen mucho más las personalidades de los personajes y la dinámica entre ellos va evolucionando hacia esa especie de grupo adorable y divertido que hace de Parks and Recreation una serie muy fluida, fresca y entrañable. Así, cada personaje destaca por sus propias excentricidades y rasgos cómicos. Leslie es una obsesa de la preparación que es capaz de clasificarlo todo en carpetas multicolores, preparar grandes regalos y fiestas desmesuradas para todos sus amigos y, a veces, hacer gala de una cierta ingenuidad que resulta muy divertida. Pero, al mismo tiempo, la serie no se olvida del lado más humano, como podemos ver en cada una de sus relaciones. Su amistad BFF con Ann es única, Leslie la quiere con locura y la colma de constantes elogios como si fuese la criatura más bella que ha pisado la Tierra. Ron es su otro gran amigo, basando su relación en un profundo respeto mutuo a pesar de sus diferencias políticas y en una preocupación sincera el uno por el otro. El papel de mentora que ejerce con April (a pesar de que a ella le cueste reconocerlo) y la equilibrada pareja que termina formando con Ben son otros dos highlights, ya que es capaz de querer a los demás de manera totalmente genuina, pero sin buscar cambiarlos y respetando sus rarezas. Ésta es otra de las grandes bazas de Parks, por eso logramos cogerle cariño a todos los personajes.


Para conseguirlo, está claro que la serie da algunos palos de ciego. En primer lugar, necesitaban librarse del lastre de Mark Brendanawicz, un personaje insulso e innecesario que yo ni siquiera recordaba que había estado durante dos temporadas completas. Lo hicieron y buscaron sitio a otros como Andy, al principio muy desaprovechado. También dieron más minutos a Jerry y a Donna y empezaron a construir su gran cartera de personajes secundarios recurrentes: Jean Ralphio y Mona Lisa, Joan Calamezzo, Tammy (gran Megan Mullaly), Bobby Newport (lujazo de Paul Rudd) o, cómo no, el omnipresente Little Sebastian. De esta forma, la propia ciudad de Pawnee se convierte en un personaje más, con sus peculiares habitantes, su historia, sus curiosidades y su idiosincrasia. Leslie Knope es la que finalmente le da brillo, la que lucha contra sus leyes absurdas y el escaso reconocimiento del electorado, simplemente porque es su ciudad y ha soñado desde siempre con mejorarla. Con ilusión, convicción y una voluntad a prueba de obstáculos. 

Yo voy a soñar con que Parks and Recreation reciba el reconocimiento crítico que se le adeuda esta noche, aunque todos sabemos que es prácticamente imposible. Pero Leslie Knope puede conseguirlo todo en la vida. Así que, aunque sólo sea por ella y por todos esos años al frente del departamento de Parks and Recreation en Pawnee (Indiana), hoy muchos nos congregaremos esperando que la serie rompa todos los pronósticos y evite el récord de Modern Family o a que Amy Poehler recoja por fin su merecidísimo Emmy al grito de "Paaaaaaaarks!"


viernes, 24 de julio de 2015

Sense8: Empatía elevada a la máxima potencia


Ocho personas desperdigadas a lo largo del mundo, cada una perteneciente a una cultura distinta, con un idioma distinto (aunque la serie no lo refleje explícitamente, pero ese es otro tema), habilidades distintas, profesiones distintas, sexualidades distintas... Y que resulta que están interconectadas emocionalmente a través de una especie de sistema nervioso especial que les hace sentir todo lo que sienten las demás y relacionarse mentalmente entre sí aunque no estén presentes físicamente. Sí, señores, esto es ciencia ficción. Cortesía de Lana y Andy Wachowski y de J. Michael Straczynski.

Pero no os engañéis, el alma de la serie radica en sus personajes, más que en su argumento de ida de olla. Realmente la serie se nutre de ellos, de la grandeza de sus personalidades y de sus emociones.


¿Quiénes son los sensates? 

Sun Bak es una mujer de negocios coreana, que vive a la sombra de su padre y en su tiempo libre participa en combates de kickboxing o artes marciales (no tengo claro qué se permite en esos combates organizados ilegalmente, algo de eso es). Su habilidad está clara: el combate cuerpo a cuerpo y patear culos. Literalmente es una badass que en una de sus primeras escenas rompe una mesa de un puñetazo. Os lo digo ya, Sun es la jefa. Y de alguna manera la interpretación del personaje también tiene cierta dulzura y hace que enseguida le cojas un cariño tremendo.

Capheus “Van Damme” es conductor de un autobús en Nairobi, un chaval con una sonrisa gigantesca y que rebosa compasión y amabilidad hacia todo el mundo. Está obsesionado con Van Damme, ve películas de Van Damme, tiene el autobús pintado con imágenes de Van Damme... Y, claro, al final le terminan llamando Van Damme. ¿Qué aporta él al grupo? Conduce como quiere y tiene truquillos mecánicos para arrancar vehículos. Esto es útil porque la serie tiene su importante dosis de persecuciones.

Will Gorski es un policía de Chicago que, en cierta manera, cumple un poco el papel de “líder”, sobre todo al ser el primero con el que contacta Jonas (personaje que ejerce como guía) para empezar a explicarle qué le está sucediendo, qué es eso de ser sensate, por qué puede sentir a otras personas perdidas por el mundo y demás. Un personaje con cierto complejo de héroe pero, sorprendentemente, nada cansino para mi gusto. Al ser policía ya os imagináis a qué tipo de conocimientos y habilidades tiene acceso.

Nomi Marks es una mujer transexual que vive en San Francisco y puede hackear todo lo que se le ponga por delante. Tiene una novia maravillosa que lleva rastas de colorines y se llama Amanita (en serio, ¿se puede molar más que una tía que se llama Amanita?). Sense8 introduce así a una pareja interracial de mujeres, una de ellas transexual e interpretada además por una actriz transexual. Minipunto de diversidad para Sense8. La historia de Nomi está muy inspirada por la propia vida de Lana Wachowski, quitando todo eso de tener un pasado delictivo como hacker a sus espaldas. Nomi y Amanita son adorables hasta puntos extremos, van juntas al desfile del orgullo y Amanita es algo así como la novia perfecta, con madre hippie incluida. 

Lito Rodríguez es un actor mexicano gay que vive su sexualidad en el armario por miedo a perder su carrera. Probablemente es el personaje más cómico de todos, ya que es un tanto melodramático, lo cual hace todavía más sorprendente que esté interpretado por el español Miguel Ángel Silvestre (sí, es el que estáis pensando). No por nada, sino porque yo al menos lo tenía encasillado en otro tipo de papeles y aquí hay que reconocer que hace una interpretación muy divertida y realista. Lo de realista es literal, ya que las escenas sexuales con su novio secreto Hernando llegan a ser bastante explícitas. A Sense8 le importa una mierda y va con todo. Le sigo dando minipuntos por ello. Por cierto, su habilidad es actuar, obviamente.

Kala Dandekar es una joven farmacéutica india que está prometida con un hombre del que no está enamorada. Kala es tan dulce y tan inocente que te dan ganas de darle un besito en la frente de lo maja que es. Equilibra muy bien sus creencias religiosas hindúes con sus conocimientos científicos, aunque esto genera un cierto conflicto externo en su vida. Controla bastante de productos químicos, medicinas y mezcolanzas varias. Ya os imaginaréis la utilidad del tema.

Wolfgang Bogdanow es un tío alemán bastante badass, que está metido en temas un tanto mafiosos relacionados con el crimen organizado y tiene una historia familiar un poco turbia. Sabemos que tiene buen corazón, aunque él no se lo crea tanto. Además del poco pudor de su personaje (sale desnudo integral, lo que es otro minipunto en una industria que tiende a ser sexista mostrando sólo desnudos de mujeres), se sabe que es el que menos escrúpulos tiene, sobre todo si hay que lidiar con cosas complicadas como matar a otras personas, por ejemplo. En él se concentra muchísima acción, tipo explosiones y tiroteos, algo que no puede faltar en el universo Wachowski.

Riley Blue es una DJ de Islandia, pero que vive en Londres y tiene un rollito muy guay, independiente y urbano. En apariencia, claro, porque a poco que veas sus escenas te das cuenta de que lleva una continua carga depresiva encima. Tiene un pasado complejo, que la hace un personaje tremendamente atormentado. Me hacen gracia los que critican a Riley porque dicen que no tiene “ninguna habilidad”. Es bastante evidente que es la sensate más puramente emocional y esto en un grupo de gente que está conectada emocionalmente tiene que ser jodidamente importante. Mi experiencia seriéfila dicta que el personaje más aparentemente vulnerable en un grupo que lucha contra algún peligro, siempre termina siendo el más poderoso. Esto es así y es mi teoría sobre Riley. Además, me parece un personaje precioso e increíblemente sensible.

Estos ocho personajes, que en principio no se conocen, renacen como sensates (sense-eight, ¿lo habéis pillado ya?) y empiezan a tener experiencias sensoriales muy extrañas donde se relacionan entre sí y entrecruzan sus vidas ayudándose unos a otros. ¿Cómo? Compartiendo conocimientos, como ya he dicho, y haciendo una cosa muy complicada de explicar que en la serie llaman visitar; que viene a ser proyectarse de repente en el mismo sitio al mismo tiempo que no se está en ese sitio, una conexión muy extraña que les permite hablarse y tocarse viviendo cada uno en un lugar distinto del mundo, compartiendo emociones colectivas y sintiéndose interconectados como una especie de hidra psíquica de ocho cabezas. Es muy difícil de explicar, lo siento. Hay que verla para entender el proceso.


Una serie sobre emociones compartidas
  
Es cierto que tenemos comedia, acción, violencia, sexo, ciencia ficción... Pero sobre todas las cosas Sense8 es una serie que lleva la empatía hasta el extremo y que, de hecho, brilla precisamente en esos momentos de emociones compartidas. Quizás influya el hecho de que lo normal es encariñarse rápidamente con los ocho protagonistas, lo cual es algo muy difícil de conseguir para una serie. Normalmente siempre existe algún personaje que te saca más de quicio o tienes un favorito muy destacado, pero aquí el nivel de interés y de carisma de cada uno está muy equilibrado, de forma que te preocupas por todos ellos casi por igual. Y es que también es lógico, porque funcionan como un todo. ¿Os imagináis sentir al mismo tiempo las emociones de otras siete personas y que esas otras siete personas sientan las tuyas y te puedan ayudar en los momentos más peliagudos como si fueseis parte de una misma entidad cerebral? Pues esto es lo que explora Sense8.

Para este cometido hay momentos que están muy bien construidos desde el punto de vista escenográfico y también musical. La serie está grabada a lo largo del mundo, es decir, los escenarios en cada ciudad y país son totalmente naturales. Cada vez que los personajes se visitan las escenas están perfectamente montadas para dar sensación de fluidez y de continuidad, aunque supongo que para los actores y actrices grabar las mismas conversaciones en distintos países ha tenido que ser un tanto pesado. Sin embargo, funcionan; y no sólo funcionan, sino que son las escenas más destacadas de lejos. La química entre los ocho sensates es emocionante, se hablan, se entienden, comparten sus experiencias y pensamientos... ¡Hasta tienen una especie de orgía psíquica poliamorosa! Y cuando lo acompañan con una música que encaja, salen cosas tan bien hiladas como ésta (ATENCIÓN, porque es una escena de la serie así que puede que no entendáis nada y que os comáis un spoiler gigantesco):



Paralelamente a las vidas individuales de cada personaje, la serie va descubriendo ese misterio mayor que subyace a la extraña naturaleza de los sensates. Tenemos un peligro antagónico encarnado en un tal Whispers y... hasta aquí puedo contar. Sé que algunos medios especializados han dicho de Sense8 que tenía demasiados fallos y era confusa. No digo que sea una serie perfecta (porque no lo es), pero lo de ser confusa supongo que vendrá de alguien que sólo ha visto el primer episodio, porque no veo por ningún lado que la historia sea difícil de entender. Al menos si le das cierto margen, ya que al principio sí puede resultar chocante (pero ya os he dado las suficientes pistas para que sepáis de qué va el rollo). 

La primera temporada actúa casi como una introducción que nos va presentando a los personajes con continuos cambios geográficos, puede que por eso algunos la vean lenta. Yo ni de coña, la he maratoneado y disfrutado como una niña pequeña. Ya han dejado claro que la concepción de la idea da para cinco temporadas, así que desde aquí pido a Netflix su renovación inmediata. Es demasiado maravillosamente diversa para perderse. Lidia con temas de género, cultura, pluralidad racial, identidad sexual, religión... Aunque en mi opinión cae en ciertos estereotipos culturales que pueden ser problemáticos, sus protagonistas son demasiado interesantes para verse reducidos a ellos. Todo para al final concluir que son más las cosas que nos unen que las que nos separan. Un mensaje significativo en una serie muy humana.  


domingo, 12 de abril de 2015

Pasteles, muerte y romanticismo


Todos los que hemos visto ya bastantes series a lo largo de nuestra vida, tenemos un pequeño catálogo de joyas semi-desconocidas para muchos, muy especiales, que terminaron con más pena que gloria de forma injusta y que siempre tratamos de sacar a colación para recomendar. Para mí una de ellas siempre será Pushing Daisies, una serie original como pocas, visualmente maravillosa, diferente, con un argumento que es capaz de combinar la presencia de la muerte y la resolución de casos criminales en cada capítulo con el amor por los pasteles y un romanticismo puro e inocente de herencia infantil. Si os estáis preguntando cómo puede funcionar esta mezcla tan poco convencional, sólo tenéis que seguir leyendo.


El don de Ned

Cada capítulo empieza con una pequeña narración, en la voz en off típica de un cuentacuentos, que explica a la audiencia algún punto de la infancia de Ned (nuestro protagonista) para situarnos y conocer más al personaje. Hablamos de, por ejemplo, el amor por las tartas caseras de su madre que ha dado origen a su trabajo de pastelero; o el descubrimiento de su extraño don de revivir a los muertos con sólo tocarlos. Que sonará macabro e inverosímil, pero es la premisa básica sobre la que se sustenta la historia. Aunque ojo, hay normas paranormales en el tema:

  1. Una vez revivido el muerto en cuestión, no debe pasar más de un minuto porque, transcurrido ese tiempo, un ser vivo que ande cerca morirá sí o sí sin comerlo ni beberlo. Para restaurar el equilibrio natural, supongo.
  2. Si vuelve a tocar al muerto revivido el susodicho muere otra vez, esta vez ya para siempre. Ya puede el bueno de Ned hacerle un tacto rectal que no hay solución. Caput.

Aunque Ned parece haber aprendido a vivir la mar de feliz con su perro y su pastelería (ya que se ve que ha logrado sacarle bastante partido a lo del don para cuestiones culinarias), un detective privado lo descubre un día reviviendo a un muerto sin querer y ve ahí un filón. Este hombre se llama Emerson Cod, es como un armario de grande, tiene cara de muy mala uva, es cómicamente gruñón y se pirra por el dinero. Así que terminan de compañeros de negocios con bastante buen resultado. Digamos que resolver casos criminales se hace sencillo si puedes despertar al muerto durante un minuto de duración para que te cuente quién lo ha matado. Aquí entra un componente muy interesante de humor negro que nos deja situaciones bastante hilarantes. El tratamiento que se hace de la muerte no es pesimista ni deprimente, sino cómico y surrealista. Pero las cosas se complican cuando Ned se encuentra el cadáver de Chuck, el amor de su infancia (y digo infancia de verdad, infancia de vecinos jugando juntos en el jardín), y decide no cumplir con la regla del minuto. ¡Ups! Es que el pobre está hasta las trancas.

Que diréis, “ahhhh, cabrona, spoilers”. Pues no, muy relativos. Porque todo esto no es nada más que el principio de la serie, básicamente lo que nos cuenta el tráiler, y a partir de aquí se dispara la trama episodio a episodio.


                                   


¿Una serie procedimental?

Puede, aunque sería un error quedarnos ahí. Cierto es que el argumento de cada capítulo suele ser autoconclusivo porque se basa en la resolución de un caso de asesinato, pero a mí nunca me han atraído nada las series procedimentales y creo que Pushing Daisies es algo completamente diferente. Quizás sea porque el universo que crea está totalmente fuera de lo común. Cuando el narrador con voz de cuentacuentos suelta las palabras “los hechos eran estos” sabemos que a continuación se sucederán los más disparatados acontecimientos, personajes y casualidades que han llevado al asesinato en cuestión.

Pero hay muchos secretos a descubrir a lo largo de la serie y arcos argumentales que involucran a sus protagonistas. Además de un romance entrañable, aparentemente imposible y casi asexual; teniendo en cuenta que Ned y Chuck no pueden tocarse a no ser que haya de por medio un plástico o una prenda de ropa (imaginaos el percal). Ned es un cacho de pan y Chuck está llena de energía y positivismo en esta segunda oportunidad que le regala la vida. Sus tías son otros dos personajes mágicos: una suerte de antiguas estrellas del espectáculo retiradas, que en su juventud formaban un dúo de natación sincronizada y que viven solas en una mansión gigantesca sin salir a la calle.

Todo envuelto en un ambiente de colores vivos y alegres, interiores llenos de formas geométricas, tartas, fantasía, misterio, personajes extravagantes, profesiones inauditas, diálogos rápidos y un cierto aire retro (sólo hay que echar un vistazo a los vestiditos de Chuck). Sin olvidarnos de la grandísima Olive Snook, la camarera de “The Pie Hole” (nombre de la pastelería), un personaje secundario divertido y adorable que en cuanto tiene oportunidad roba el protagonismo a los demás poniéndose a cantar y a bailar sin venir a cuento de nada (la actriz tiene muchas tablas en los musicales de Broadway). Olive está profundamente enamorada de Ned y nos deja tantos momentos tiernos, locos y brillantes, que será imposible que no te encariñes con ella.  

Si queréis saber más su creador es Bryan Fuller, culpable de otras series como Tan Muertos Como Yo o Hannibal (parece que está un poquitín obsesionado con la muerte); y la idea triunfó bastante en los premios Emmy, sobre todo en categorías más técnicas. Y es que la estética colorista y la fotografía de Pushing Daisies son absolutamente únicas en televisión. No hay nada igual. Es un elemento que la diferencia completamente de cualquier otra propuesta y le da esa personalidad especial. Alguna vez leí por ahí que la serie es algo así como una mezcla entre Tim Burton y Amelie. Y, sinceramente, creo que no hay mejor manera de describirla.

domingo, 15 de marzo de 2015

The 100: Decisiones jodidas y muchos ovarios


Cuando empecé a ver The 100 hace creo que algo más de dos semanas, ya había leído cosas francamente interesantes sobre ella: recomendaciones y entradas en blogs que hablaban sobre una serie arriesgada; que, aunque con sus fallos, planteaba dilemas morales complicados; y con un nivel de empoderamiento femenino muy elevado como señalan, por ejemplo, en el El Diario de Mr. MacGuffin o en El Blog de las Series Americanas. Así que allá fui, sabiendo de mi debilidad por toda serie en la que aparezcan mujeres badass.



Prejuicios fuera

De primeras, vamos a dejar algo claro. Por supuesto que The 100 no es una serie como Breaking Bad o The Good Wife, que juegan en otra liga y en otro ámbito. Tampoco es una gran super-producción fantástica como Game Of Thrones. Pero no le hace falta. Es una serie de ciencia ficción joven, entretenidísima y que cuenta lo que quiere contar. Y con eso ya mola mucho. Lamentablemente, carga con el estigma de ser una serie de The CW (casa de múltiples series románticas destinadas a un público adolescente), lo que echa para atrás a muchos que, de cualquier otra manera, ya le hubiesen dado una oportunidad hace tiempo. Obviamente, The 100 tiene cierto tono teen irremediable, ya que sus protagonistas son 100 adolescentes que son enviados de vuelta a la Tierra para testar si es habitable. Pero Buffy Cazavampiros, Veronica Mars o Freaks And Geeks también eran series adolescentes y rayaron la genialidad. Así que haced el favor de dejar los prejuicios en casa.

Porque, probablemente, The 100 tenga más con The Walking Dead o Revolution (y eso que Revolution era más bien mala) que con cualquiera de sus compañeras de cadena. Su argumento nos presenta un mundo post-apocalíptico, donde la humanidad ha tenido que sobrevivir en una estación espacial llamada El Arca durante casi cien años debido a una guerra nuclear mundial que hizo imposible sobrevivir en la Tierra. Al final tienen que volver a bajar, arriesgarse, buscarse la vida como pueden en un mundo que ya les es desconocido y hostil. No me digáis que no veis el parecido. Aunque si es hija de alguna serie, definitivamente ésta es Lost. Bebe de ella, pero sin que sea necesario dar vuelcos locos de guión para sorprender con cliffhangers en cada capítulo. Al contrario, lo que ocurre es que las líneas argumentales se llevan siempre hasta el final. En las dos temporadas que llevamos se cierran unas tramas y se abren otras, en lugar de superponerse cada vez más misterios irresolutos. Y con un ritmo envidiable, ya que pasan cosas relevantes en cada capítulo. Tal vez influya que el número de capítulos por temporada es el adecuado y no necesitan meter episodios de relleno, pero se agradece.


La supervivencia ante todo

La serie empieza dubitativa y con algunos momentos clichés desesperantes en los primeros compases, es cierto. Pero nunca deja de ir a más, crece a medida que su protagonista Clarke Griffin también lo hace. Y, con el tiempo, nos damos cuenta de que la única constante es la necesidad de supervivencia y de que lo que creíamos de unos personajes o de otros, no era lo esperado. Aquí todos son personajes grises y moralmente ambiguos, que se ven obligados a hacer lo que sea para sobrevivir, a tomar decisiones difíciles y a madurar a golpe de muerte (ya os digo yo que la serie no tiene miedo de matar personajes si así lo cree necesario) y sufrimiento. No hay buenos y malos; y esto Clarke termina entendiéndolo, aunque sea a las malas.

(Nota: A partir de aquí meteré algún que otro SPOILER, andaos con ojo.)

En la primera temporada presenciamos la toma de contacto de estos jóvenes “delincuentes” (encerrados en celdas del Arca por haber cometido algún tipo de delito) con la superficie de la Tierra, the ground que le llaman. Una parte cree que ahora que están allí pueden hacer lo que quieran, con eso de ser los primeros humanos de vuelta a la Tierra y poseer la libertad de no ser controlados por leyes y adultos. Así que Bellamy Blake toma el mando, quiere hacerse el machito y piensa que todo va a ser jauja allí abajo. Craso error. Aunque la radiación no les afecta, pronto descubren que hay muchos otros peligros. El primero y eje sobre el que gira la trama de esta temporada: que no están solos.

Los grounders llevan viviendo allí todo ese tiempo, han logrado sobrevivir y, quizás por ello, sus costumbres son duras y violentas. Es la única forma que han encontrado de salir adelante. Son una sociedad de tipo tribal, con su propio idioma, jerarquías y normas; en donde la lealtad y la supervivencia del grupo están por encima de todo. Así que los sky people (como los llaman) son una amenaza para ellos al haber ocupado su territorio. También están los reapers (¿homenaje o plagio a los reavers de Firefly?), una suerte de pseudo-tribu caníbal muy peligrosa. En medio de este panorama, Clarke empieza a ganar terreno sobre un Bellamy al que todo se le va de las manos. Su liderazgo innato e inteligencia, así como ser la única con ciertos conocimientos médicos, la convierten poco a poco en la verdadera guía de los 100.

Paralelamente, vemos qué ocurre en El Arca y además se nos muestran flashbacks para conocer el pasado de los personajes. Allá arriba, Abby Griffin (madre de nuestra prota), Thelonious Jaha (canciller) y Marcus Kane (un personaje tan capaz de lo peor como de lo mejor) tienen sus más y sus menos, los problemas se recrudecen y también allí se pelea por la supervivencia. No queda otra, por supuesto los del Arca también terminan por tocar tierra firme. La humanidad ya está en “casa”.

Pero nada es fácil, los guionistas lo tienen claro. No es una serie fan-service que pretenda contentar a su audiencia. La gente muere, los romances (que tienen su cuota) pasan a un segundo plano y quedan supeditados al desarrollo de la historia. Es interesante ver el cambio que se va operando en cada personaje a medida que se enfrentan a los problemas: la evolución de los Jasper, Octavia, Finn, Murphy... y, sobre todo, de un Bellamy al que pronto la realidad obliga a poner los pies en la tierra para acabar convirtiéndose en el importantísimo segundo líder que el grupo necesita. Porque Clarke va antes, es el cerebro de todo. Hasta los políticos que llegan del Arca terminan dándose cuenta y son los grounders los que demandan hablar con ella cuando se organiza un encuentro entre líderes.

The 100 está lejos de ser una serie perfecta, pero sí es una serie ambiciosa que no teme mostrar sangre y escenas físicamente dolorosas, que se las arregla para engancharte desde casi el principio y que pone al límite a sus personajes ante disyuntivas casi imposibles.


Los ovarios encima de la mesa


Así de claro. Porque al menos tenemos algo positivo en un mundo tan hecho mierda como este: Que no importa el sexo, la orientación sexual o el color de tu piel. Sólo importan tus méritos, tu esfuerzo, el que seas lo suficientemente fuerte y valiente para sobrevivir. Se trata de no morir y todo lo demás es irrelevante (de esto nuestro mundo bien podría aprender algo). Y en oposición a vete tú a saber cuántas series, en The 100 son ellas las que ocupan casi todos los puestos de poder y manejan el cotarro.

De Clarke ya está todo dicho. Pero también tenemos a Octavia Blake, que empieza casi como una niñata pseudo-rebelde con ganas de hacer lo que se le antoja (al conocer su pasado se entiende el por qué), para terminar convirtiéndose en toda una guerrera. Comparar los primeros momentos de Octavia en la Tierra con los últimos en los que, con su pintura de guerra puesta, patea culos muy locamente, es revelador. O Raven Reyes, un prodigio de conocimientos mecánicos y técnicos que es capaz de hacer bombas con un líquido combustible de la nave o soportar el dolor de una cirugía sin anestesia. Abby no se queda atrás y decide que tiene que hacer lo que sea por su hija, se enfrenta a los jefes y termina siendo más respetada por su propio pueblo que ellos.

En las filas contrarias también encontramos una gran cantidad de mujeres fuertes, independientes y poderosas al mando. Aunque presentados inicialmente como “enemigos”, los grounders tienen una importancia crucial en la historia y enseguida nos ganan una vez los conocemos desde dentro. Es ahí donde aparecen Anya, Indra y, sobre todo, Lexa. Como comandante y líder de los grounders, Lexa siempre pone a su gente primero, a su pueblo. Es su responsabilidad. Con la trama de Mount Weather en la segunda temporada, Lexa descubre en Clarke a una líder natural como ella. Se respetan mutuamente, se admiran y, en última instancia, confían la una en la otra. Clarke es capaz de ver a través de Lexa, descubriendo a una comandante que, a pesar de su aparente frialdad y dureza, semeja más flexible y abierta a colaborar en lugar de guiarse siempre por las violentas costumbres de su gente. Tanto que es la única piedra sobre la que se sustenta la unificación de los doce clanes grounders. Lexa ve a través de Clarke de la misma manera, sabe que haría cualquier cosa para proteger a sus amigos; y la comandante le hace ver que no hay decisiones buenas o malas, sólo decisiones y consecuencias a menudo dolorosas y brutales. Lexa es capaz de renunciar a sus sentimientos y dejarlos de lado con el objetivo prioritario de defender a su pueblo, por difícil que le resulte. Clarke comprobará que ella también.

Si The 100 estuviese emitiéndose en otro canal, ya se estaría hablando de ella como una de las mejores series de ciencia ficción de los últimos años. Estoy segura. Sobre todo tras esta segunda temporada, en la que Clarke Griffin se ha coronado como un personaje más oscuro y carismático, la líder nata que todos esperábamos, que hace lo que sea por los suyos, la única capaz de forjar alianzas, de tirar del carro en los momentos duros, que se ve obligada a asesinar, que aprende sobre la traición y el sacrificio, que termina jodida y literalmente se marcha diciendo “yo cargaré con ello para que no tengan que cargar los demás”. Confirmada está la tercera temporada.

May we meet again, Clarke.



domingo, 8 de marzo de 2015

La serie que nunca debió acabar



Cantidad de series maltratadas e infravaloradas en el momento de su emisión podrían caber tras este pequeño alegato. Pero tras tragarme su primera y única temporada en escasos días para cumplir el reto seriéfilo de Reino de Series, hoy me va a tocar hablar de Firefly. Porque sí, es una super-serie (como cabría esperar de Joss Whedon) y sí, se entiende perfectamente el aura de adoración y culto que hay hoy en día a su alrededor. Y, como acabo de anticipar, sí, fue cancelada tras una sola temporada. Qué faena.

Firefly es, teóricamente, una mezcla que pocos hubiesen anticipado como exitosa. Combina el western con la ciencia ficción, los viajes interplanetarios en naves espaciales con las ráfagas de balas en parajes semidesérticos. Y pone el foco en la tripulación de la Serenity, una nave tipo Firefly (de ahí el nombre) que traslada a sus protagonistas de “trabajo” en “trabajo”, básicamente robos por encargo y contrabando. De alguna forma hay que ganarse la vida.


La Alianza contra los contrabandistas

Situémonos. Estamos en el año 2517, en un sistema estelar diferente al de la Tierra a donde la humanidad parece haberse mudado, según se deduce de algunas frases de los protagonistas. El gobierno que controla este sistema es la Alianza, que no sabemos cómo, pero parece ser el resultado de la unión entre la sociedad occidental y la oriental. De hecho, escuchamos a los personajes utilizar tanto inglés como chino para expresarse y, cuando aterrizan en alguno de los múltiples planetas, se observa cómo la sociedad y la población están embebidas en esta multiculturalidad. Pero hay una clara diferencia entre los planetas centrales y los otros. A medida que nos desplazamos hacia la periferia, vemos cómo la influencia de la Alianza es mucho menor, los recursos más escasos y parece que en la mayoría de los casos los han dejado bastante abandonados, por lo que se las tienen que arreglar como pueden. Es aquí dónde encontramos una estética típicamente western: paisajes desérticos, personajes más brutos y chapados a la antigua, costumbres rancias, caballos y ganado, mugre...

Todo este contexto es muy importante porque nos permite entender el mundo en el que viven y las motivaciones de los personajes. Especialmente si nos centramos en Malcolm Reynolds (capitán de la Serenity) y su segunda a bordo, Zoe Washburne; ambos veteranos de la guerra entre la Alianza y los Independientes, una rebelión por parte de los planetas periféricos que buscaba escapar del control y las ansias unitarias de la Alianza. Como adivinaréis, la cosa no terminó muy bien. Si Mal adquirió la nave fue para poder seguir viviendo al margen, buscando la libertad que le daban los viajes por esta región del espacio. Teniendo en cuenta los trabajos tan poco legales que llevan a cabo, es lógico que los desencuentros entre la Alianza y la Serenity sean constantes a lo largo de toda la serie.

Un problema añadido es la incorporación de Simon y River a la tripulación. No entraré en detalles, pero su presencia en la nave trae mucha cola cuando se descubre que son fugitivos y, en gran parte, son el factor de cambio que empuja el desarrollo de la trama. Sumémosle a esto los Reavers, un grupo de “humanos” (según Jayne olvidaron cómo serlo) que matan, violan, mutilan y se comen a sus víctimas; y a quienes todos temen. TODOS. Hay determinadas zonas del espacio que están infestadas de Reavers y su simple mención suele generar pánico; así que es normal que los miembros de la Serenity traten de evitar a toda costa estas zonas, a pesar de lo mucho que esto limita sus movimientos. Los Reavers son prácticamente un misterio, a no ser que veas la película post-serie (cosa que deberías hacer al final si quieres atar cabos).


El existencialismo de Whedon

Joss Whedon explicó que, incluso en un futuro como este, en donde la humanidad habría alcanzado semejante nivel de desarrollo como para expandirse hacia nuevos sistemas planetarios, todavía existirían las injusticias, la ignorancia retrógrada, la profunda desigualdad entre pobres y ricos... porque eso siempre formará parte de la humanidad. Whedon es un tío muy existencialista (hay incluso un libro sobre ello) y en su universo suele mostrar cierta reflexión moral entre lo que está “bien” y “mal”, entre esas decisiones vitales que nos convierten en un tipo de persona u otro. Esto se hace muy patente en nuestro grupo de protagonistas, que, en última instancia, siempre muestran empatía y humanidad en sus actos. En comparación con los representantes de la Alianza, dejan claro que la justicia y el código ético no tienen por qué estar ligados ni a la autoridad ni a la legalidad. Más bien al contrario.

Además, Firefly reniega de esas naves perfectas, limpias y brillantes que se nos presentan en otras obras de ciencia ficción; de la tecnología infalible y cuasi-mágica. La Serenity es vieja, se estropea a menudo, está llena de remiendos, sucia... Las armas y máquinas habitualmente fallan, chirrían o no funcionan. Todo tiene una capa más realista y cotidiana, por decirlo de alguna manera. Quizás también influya el hecho de que la Serenity no es sino el hogar de todos ellos y vemos sus cuartos plagados de fotos, cómo se entretienen en sus ratos libres, cómo comen juntos en una mesa, los escondites en los que guardan el contrabando... Si Whedon quería que sintiésemos ese grado de cercanía y familiaridad, desde luego lo consigue.

Hay una gran cantidad de temas que se tocan, bien de lleno o de forma tangencial (la cancelación de la serie impidió que se desarrollasen mucho más). Por ejemplo, existe un obvio componente político ya que, en oposición al control gubernamental de la Alianza, la tripulación de la Serenity va por libre, no titubea a la hora de cometer “crímenes” si considera que es lo necesario para seguir adelante y busca, ante todo, su supervivencia. Estamos hablando de temas como el anti-autoritarismo, la lealtad dentro del grupo, la libertad individual... Simplemente fijémonos en la letra de la canción que abre cada capítulo: “I don’t care, I’m still free, you can’t take de sky from me…”



De hecho, se conoce que Firefly tiene muchos seguidores adheridos al libertarismo. No me refiero a ideas cercanas al anarquismo, sino más bien a lo que aquí conocemos como ideología liberal. Existe una connotación diferente entre el libertarismo en Estados Unidos y el libertarismo en Europa que no voy a empezar a desgranar aquí, porque hay muchos matices debido a la tradición tremendamente capitalista de Estados Unidos y a las posiciones sociales ultra-conservadoras de muchos liberales europeos. Tan sólo diré que Firefly posee un gran trasfondo político al respecto.

A mayores, personajes como Inara (una acompañante) o Book (un cura) permiten analizar aspectos como la prostitución o la religión. No está mal para una serie de una sola temporada, aunque es cierto que especialmente el tema de la religión queda bastante incompleto. De todas formas, la interacción entre estos y otros personajes plantea cuestiones interesantes que conviene analizar un poquitín por separado.


Una familia atípica

Los miembros de la Serenity son una familia, a pesar de no compartir lazos de sangre o no haber crecido juntos. Son una familia creada a través de otros vínculos: viven juntos, luchan juntos, huyen juntos de la justicia... Básicamente son unos inadaptados que se han ido encontrando en el camino, sumándose poco a poco a la tripulación.

Malcolm (Mal para los amigos) es el capitán, el dueño de la nave. Por momentos es un gruñón y tiene muy poco tacto, pero en el fondo se preocupa profundamente por su tripulación y posee su propio código de honor. Por peliaguda que sea la situación, nunca deja a nadie atrás. O se salvan todos o mueren en el intento. Y ni pienses en traicionar a los restantes miembros del grupo o te las verás con él. Y si no, que se lo digan a Jayne, un mercenario que empezó a trabajar para Mal por dinero, pero que a lo largo de la serie va mostrando mucho más de lo que aparenta. En el extremo contrario tenemos a Zoe, que le es fiel hasta la médula y siempre le guarda las espaldas. Su amistad, cimentada en un pasado común durante la guerra, es eso: Amistad en mayúsculas. Y demuestra que sí, obviamente un hombre y una mujer heterosexuales pueden ser amigos sin caer en el interés romántico o sexual (de hecho, hay alguna broma muy simpática al respecto). Ya basta de que siempre tenga que existir tensión.

En cuanto a los demás, tenemos a Wash, el piloto de la Serenity y marido de Zoe; a Book, un cura del cual jamás conocemos su pasado, pero que no tiene demasiados reparos en coger un arma y disparar con una más que misteriosa buena puntería; a Kaylee, la mecánica de la Serenity y adorabilidad hecha persona; y a Inara, la acompañante que por negocios se traslada de planeta en planeta junto a ellos. Hagamos un inciso en este término: acompañante. En esta sociedad futura, las acompañantes son personas altamente respetadas y con todo tipo de derechos laborales, estableciéndose una más que evidente reflexión alrededor de la prostitución legalizada. Porque sí, Inara se acuesta con personas que requieren sus servicios, pero que siempre elige por sí misma. Goza de aceptación social, chequeos médicos rutinarios, libertad de elección y, en cualquier posible caso de amenaza, tiene la última palabra para incluir al cliente en la lista negra de acompañantes y bloquearlo de por vida. Personalmente, creo que es uno de los personajes más interesantes por el mensaje que envía. Y, al mismo tiempo, podemos compararlo con la dura vida que llevan las prostitutas que trabajan fuera de este sistema en los planetas periféricos.


Bye now. Have good sex!” (Kaylee)

Esta frase es el más vivo ejemplo del grado de normalización que existe alrededor de las acompañantes. Aunque influye que Kaylee aprecia a Inara de forma genuina, igual que a los restantes integrantes de la Serenity. Es quizás el único personaje que se ve que quiere a todos ellos de verdad, sin claroscuros. Whedon definió a este personaje como “el corazón de la nave”. No hay mucho más que decir.


Ya sólo nos quedan Simon y River. Simon es el hermano de River y es médico, algo que les viene muy bien. Su historia es complicada, ya que River fue una niña prodigio a quien realizaron complejos experimentos cerebrales. Su super-inteligencia nos da muy buenos momentos, como aquel en el que debate con el pastor Book sobre las incoherencias de la Biblia:

Book: What are we up to, sweetheart?
River: Fixing your Bible.
Book: What? 
River: Bible’s broken. Contradictions, false logistics... doesn’t make sense.

Estos personajes viven juntos unas cuantas aventuras, una historia de descubrimiento que sólo finalizará una vez hayas visto la película Serenity. Lo más importante es el viaje que los lleva hasta ese punto y las relaciones que van desarrollándose entre ellos. Si hay algo absolutamente innegable en Firefly es que la caracterización de todos y cada uno de los personajes es un acierto. Por ello, el potencial de la serie era inmenso, ya que podríamos haber conocido mucho más a cada persona en esa pequeña familia creada a base de convivencia, lealtad y alguna que otra bala. Pero la FOX ya la había cancelado casi antes de estrenarla e incluso emitió los capítulos desordenados mostrando una falta de respeto y confianza acojonante. Nunca los perdonaremos por ello. 

Fuck you, FOX.


domingo, 22 de febrero de 2015

La serie que no sabías que te estabas perdiendo



He tratado de dejar pasar un poco el tiempo para ganar perspectiva y no hablar desde un punto de vista demasiado fanático (por reciente). Y ni así. The Legend Of Korra tiene todo lo que una gran serie debería tener. ¿Su mayor desventaja? Que se trata de una serie de animación emitida por Nickelodeon. Ahí está el motivo por el cual muchos no habréis oído hablar de ella. Pero empecemos por el principio. 
 

La leyenda del Avatar

Esta serie es la continuación de Avatar: The Last Airbender, que ya nos presentaba este mundo ficticio y seguía la historia de Aang, un chico de 12 años que debía traer el equilibrio y la paz a un mundo plagado de conflictos. Este es básicamente el papel del Avatar en todas sus reencarnaciones (cada nuevo Avatar es una persona diferente pero, al mismo tiempo, está ligado espiritualmente a sus “vidas pasadas”), para lo cual cuenta con una capacidad única: el control de los cuatro elementos de la naturaleza; tierra, agua, fuego y aire. A pesar de que existen maestros de cada elemento y sub-elementos derivados, sólo el Avatar puede controlarlos todos e incluso entrar en una especie de fase mística poderosísima llamada “estado Avatar”.

Korra representa el siguiente eslabón de la cadena y, por tanto, su historia se rige por las mismas leyes naturales. El mundo es el mismo, aunque con una presencia mucho mayor de la tecnología y la industria como consecuencia del paso de los años, lo que sirve para explotar una cierta estética steampunk, que se suma a la ya presente estética de herencia oriental que posee la serie. No sólo el estilo visual tiene una clara influencia de la animación japonesa, sino que la construcción de la sociedad tiene mucho del modo de vida oriental. Incluso las diferentes técnicas para el control de los elementos (lo que en la serie denominan bending) están basadas en los movimientos de cuatro artes marciales distintas: Tai Chi, Hung Gar, Shaolin del Norte y Pa Kua Chang.

En oposición a la leyenda de Aang, que quizás tenía un tono más infantil por la edad del personaje, aquí nuestra protagonista está en plena adolescencia. Diecisiete añitos tiene la muchacha al principio de la serie. Tal vez por ello puede resultar tan cabezota e impulsiva de primeras, aunque también muy valiente y segura de sí misma. De las cuatro naciones que conforman el planeta, Korra pertenece a las Tribus del Agua, en donde ha vivido hasta que la conocemos en el primer episodio. Para continuar con su aprendizaje como Avatar, se muda a Ciudad República, una metrópolis inmensa que ejerce de capital y que nos traslada a un mundo eminentemente urbano y mucho más moderno que el que descubríamos con Aang. El mayor problema de Korra es que no es capaz de ser maestra de aire y vive bastante desconectada de su parte espiritual. Y esto es fundamental, ya que el Avatar es el puente que une el mundo material con el mundo de los espíritus. Sin él, el equilibrio peligra. Así que toca madurar y, para ello, The Legend Of Korra no tiene miedo de tocar todo tipo de temáticas e ir construyendo, poco a poco, a un personaje tan errático como profundo y apasionante.
 

Temas adultos en una serie para ¿niños?

Es muy discutible tratar The Legend Of Korra como una serie infantil, a pesar de haber completado sus cuatro temporadas en Nickelodeon. Sus co-creadores, DiMartino y Konietzko, parecen haberse aprovechado del crecimiento natural de su audiencia en The Last Airbender (que, aún así, ya había llegado a un público mucho más amplio y heterogéneo del esperado) para ir un pasito más allá. No me hago responsable de los posibles SPOILERS que encontréis a partir de aquí.

Si hay algo que exploran continuadamente es el concepto de poder. Tanto por parte de Korra, que debe percatarse de las responsabilidades y consecuencias que conlleva ser el Avatar, como por parte de los enemigos a los que se enfrenta. Así, cada uno de los villanos de cada temporada anhela el poder de diversas formas y con propósitos muy distintos. Son bastante evidentes los paralelismos que se trazan con algunas ideologías políticas: Amón con el comunismo, Unalaq con la teocracia, Zaheer con el anarquismo y Kuvira con el fascismo. Cabe decir que no estamos hablando de una representación abiertamente planteada, sino de detalles. Como era de esperar, tratándose de una producción estadounidense, caen con facilidad en la demonización de lo que se opone al modelo sociopolítico imperante. Por ejemplo, cuando reflejan la “anarquía” de Zaheer (él mismo usa esta palabra en una conversación), lo hacen desde el punto de vista mal entendido y extendido en la sociedad de que es una ideología basada en el caos. Sin embargo, es interesante cómo plantean que lo que está mal no son los ideales que mueven sus acciones, sino los métodos empleados y cómo las ansias de poder pueden llevar a su propia destrucción. De hecho, es Tenzin quien hace ver a Korra (en su rol como mentor) que Amón buscaba la igualdad o Zaheer la libertad, y que es necesario que también aprenda de sus adversarios. Incluso Kuvira, que está como una regadera, sirve de propósito a Korra para desarrollarse completamente como Avatar y aprender a mostrar compasión incluso hacia aquellos que no se la merecerían. Todos son antagonistas complejos y carismáticos, que suelen ir más allá de la dicotomía clásica entre el bien y el mal, lo cual aporta un grado de profundidad bastante alejado de las típicas historias de aventuras para niños.

Las grandes ciudades también destacan como centro de poder y en ellas somos testigos de intrigas políticas, disturbios y complicaciones derivadas de los métodos de gobierno o del estatus maestro-no maestro en que se divide la humanidad. Las desigualdades entre capas sociales son un hecho tangible. Sin ir más lejos, dos de los personajes principales (Mako y Bolin) crecieron como huérfanos, durmiendo en la calle y comiendo, literalmente, basura. Esto se contrapone con el modo de vida de personajes más elitistas que bien pueden representar los excesos del capitalismo y la monarquía.

A pesar de que he leído a gente algo desencantada con The Legend Of Korra porque antes habían visto la historia de Aang y encontraban el salto en el tiempo muy brusco, planteando una sociedad no tan espiritual, creo que esto permite explorar otro tipo de temas más maduros. Sin restarle méritos a Aang, que se desarrolla en un mundo en guerra y también tiene que lidiar con problemas adultos, el progreso científico en Korra choca con la tradición del Avatar en algunos aspectos. Se nos plantea una disyuntiva que, en cierta manera, se va resolviendo con el tiempo, enfatizando la búsqueda de la armonía entre el avance tecnológico y el concepto de espiritualidad. Pero no desde un punto de vista religioso, sino de respeto por la naturaleza y la cultura de sus ancestros. Es en la segunda temporada donde esta idea gana relevancia frente a una primera más centrada en los tejemanejes políticos en Ciudad República y la presentación de Korra como protagonista. Se nos cuenta por fin el origen del ciclo del Avatar en un doble episodio magnífico, tanto por el nivel de preciosismo del universo que presentan, como por sus personajes. El estilo de animación y la fuerte tradición oriental recuerdan al trabajo de un genio del calibre de Hayao Miyazaki. No es ningún secreto la admiración que le profesan DiMartino y Konietzko. La proyección de esa influencia es ineludible.

Con semejante capacidad argumental, The Legend Of Korra sirve también de vehículo para temas más filosóficos, como el espiritualismo ya comentado, el naturalismo o la ética. Interesante también cómo de una pequeña perturbación inicial pueden derivarse consecuencias cuasi-catastróficas (¿os suena el efecto mariposa?). Kuvira nunca habría arrasado medio mundo en sus derivas imperialistas si a su vez Korra no hubiese desaparecido tras ser torturada por Zaheer, que tampoco hubiese escapado de prisión sin sus poderes como maestro del aire, que le fueron dados cuando Korra decidió mantener abiertos los portales al mundo espiritual porque las tensiones y el desequilibrio en el físico estaban empezando a irse de madre. Todo esto nos lleva a la primera temporada e incluso más allá, si empezamos a tirar del hilo del Avatar en sus vidas pasadas. En medio de un sistema tan imprevisible y con tantas fuerzas colisionando entre sí, Korra representa el punto de equilibrio.


Género e identidad

Aunque Korra tiene un protagonismo obvio, la serie no deja de ser bastante coral. Y dentro de esta coralidad, es relevante el alto porcentaje de representación femenina. Cuando hablo de representación me refiero al abanico completo: madres, hijas, en puestos de poder o sin él, jóvenes, ancianas, más impetuosas o más reflexivas, en pareja o solteras, con un físico o con otro... No hay un sólo modelo que represente la “feminidad” como tal y esto es muy importante, ya que se contrapone al estándar de muchas historias de aventuras en donde la mujer ejerce de acompañante del hombre, normalmente siguiendo un estereotipo bastante marcado en lo físico, y sirve de “premio final” al héroe protagonista (ya sabéis, el prota vence al malo y consigue a la chica atractiva). Pero The Legend Of Korra no casa con esta idea y quiere que todos los personajes representen algo sin estar definidos por su sexo o género.

Centrándonos ya en Korra, estamos ante una heroína con todas las letras. Es tenaz, independiente y decidida, tanto que en los primeros compases de la serie toma decisiones algo precipitadas y egoístas. Además, lejos de la hipersexualización en la que caen los creadores de algunas protagonistas de acción (en el mundo del videojuego hay miles de ejemplos), la apariencia de Korra viene dictada por la simple lógica. Viste ropa cómoda para tener movilidad en la lucha y su tono muscular es el que cabe esperar de una persona con alta preparación física. No se le da ningún tipo de importancia a su aspecto, tanto sus adversarios como sus compañeros la respetan en igualdad de condiciones, no hay interacciones desafortunadamente sexistas... Y así podría seguir.

Psicológicamente, la evolución de Korra atraviesa diferentes fases. El final de la tercera temporada es desolador, con nuestra protagonista sumida en una especie de depresión sin visos de mejora. Este punto es clave para el viaje final que la llevará a reencontrarse consigo misma, a ahondar en su propia identidad, en sus obligaciones y limitaciones como Avatar, a analizar sus relaciones personales... Del dolor y las dificultades Korra emerge más adulta y más sabia, más generosa y más fuerte que nunca.

Pero dejo para el final el aspecto más revolucionario de todos. Y es que, amigos, Korra es bisexual. Su primer interés amoroso es Mako, un chico que al principio no le presta demasiada atención y que inicia una relación con otra chica llamada Asami. Esto no es que le haga mucha gracia a Korra, pero algo que me fascina es la relación de no rivalidad que se da entre las dos. Ver algo alejado del cliché sexista de dos mujeres tirándose de los pelos por un mismo hombre, también es revolucionario. Una vez se conocen, su relación va creciendo en intimidad con el paso de las temporadas. Asami es una persona inteligente, con grandes habilidades en el combate cuerpo a cuerpo (porque no es maestra, ojo) y que, a mi parecer, es la más sensata del “equipo Avatar” que suele acompañar a Korra en sus aventuras. El noviazgo entre Mako y Korra es importante para ambos, aunque finalmente se dan cuenta de que no funcionan como pareja y sí como amigos. Entramos en lo triplemente revolucionario: no necesariamente la protagonista tiene que terminar con el hombre que aparece desde el minuto uno. DiMartino y Konietzko van plantando pistas, flirteos, momentos cada vez más emocionales (Nickelodeon no se oponía a la bisexualidad, pero tampoco permitía que se mostrase explícitamente), hasta que en la escena final se hace evidente: Asami y Korra están enamoradas. Aunque la evolución hasta ese punto es bastante obvia y orgánica, los propios creadores tuvieron que salir al paso para confirmarlo ante la negación de una parte de la audiencia. Sí, la gente bisexual existe. ¡Qué locura! ¡Korra y Asami son bisexuales! Se trata de la primera pareja entre dos mujeres en una serie orientada al público infantil (al menos, que se muestre oficialmente y sin contar anime).

Habría mucho más que analizar: La música, la construcción de los personajes secundarios, los puntazos cómicos, el nivel de originalidad y espectacularidad de las peleas, su universo mitológico... Pero quedémonos con esto. The Legend Of Korra ya es historia de la televisión.